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De la cama y otros secretos

De la cama y otros secretos



03 de diciembre de 2012 14:31:03 horas
AutorSoydeth Avila

“La duración de lo que nos parece verdad disminuye constantemente.

Cuanto más miramos, más vemos” Robert M. Pirsig

Antes creía que la cama era solo un mueble más de la casa. Un objeto ordinario y común sobre el cual acostarse y reposar. Un armazón vestido para dormir una o dos o varias personas. Ordenada durante el día y hecha un caos por la noche. Un utensilio doméstico que con la edad se transforma, se agranda, se afloja, se sonoriza, y finalmente se desecha, para luego reemplazarla por otra nueva ya que no sabemos vivir sin una de ellas.

     Ahora comprendo la fantasía. La cama no es solo el ente que nos acompaña toda la vida, es decir, todas las noches. Sino que es la amiga incondicional que mejor nos conoce y nos acepta tal cual somos. Pasamos en ella casi la mitad de nuestra existencia. Sin esperar nada, nos escucha y soporta, hasta nos permite liberar nuestros pudores sin hacer comentarios, ni objeciones. En ella contemplamos mundos inconscientes, reparamos nuestra energía, lloramos mares de lágrimas, visualizamos realidades, disfrutamos ciertos placeres, analizamos las finanzas, las estrategias, los planes, buscamos respuestas y experiencias, proyectamos el futuro, incluso nos enamoramos y desenamoramos. Es la única entidad que tolera de buena gana nuestros humores, aromas y ruidos, así como nuestras emociones e inquietudes existenciales. Ella es el objeto de confianza para revelar la mente y relajar nuestro cuerpo.

     Desde que nacemos, tras envolvernos con las primeras ropas, nos depositan en dicho artefacto inmóvil y nos disponen a descansar, a experimentar el sueño mortal. Y así cada noche, hasta que con el tiempo aprendemos a llegar solos a ella, -aunque después y con los años, lo hagamos acompañados- y a tener un horario para buscar su contacto. Calendarios impuestos y regulados por alguien o algo, nuestros padres, la rutina, el trabajo, los libros, la pareja o los hijos. Aunque sucede, a menudo, que sin pensarlo la extrañamos demasiado, y aunque sabemos que de momento no podemos estar con ella, nos consolamos fantaseando lo que nos gustaría hacer de poder cumplir los deseos.

     La cama nos es imprescindible en la vida diaria, la ciencia y las creencias avalan su presencia. Los médicos la recomiendan, ocho horas por la noche para estar en ella, o incluso más, cuando enfermamos y necesitamos reparar la energía. O si el cansancio es pesado durante el día, entonces la dosis es dividida. Si la situación es depresiva, la cama se convierte en nuestra fortaleza. Si buscamos recuerdos o consejos de amor, ella comprende bien la desesperación. La queremos tanto y es nuestro cariño tan abierto, que cuando tenemos pareja, deseamos que llegue el momento de compartirla con ella. Los novios lo saben bien, y la sociedad lo celebra, pues tras la ceremonia nupcial, por ejemplo, los invitados adivinan en dónde sellará la pareja su final noche de boda.

     Y es la cama quien sabe mejor que nadie lo que hacemos sobre ella, cuando estamos solos, y cuando estamos acompañados. La cama es depositaria de información importante de nuestra vida, nuestra vida de pareja. Ella sabe cuando somos felices o infelices, cuando estamos plenos o insatisfechos, conoce el sudor de nuestras preferencias, incluso el peso de nuestros cuerpos, sabe en cuáles posiciones somos frecuentes o fugaces, cuándo descansamos o cómo nos complacemos. Ella conoce a la perfección nuestros más recónditos secretos. Se da cuenta de problemas y obsesiones, en ella revelamos lo que a los demás ocultamos, y así dejamos imágenes y residuos de nuestra historia. Cuerpos que duermen entrelazados dulcemente, o dos frías espaldas que se miran frente a frente, besos que muerden de ansiedad o soledad que se experimenta acompañada.

     La cama es un espacio tan importante en nuestra vida, que incluso para estar en ella, algunas empresas tienen líneas especiales de vestuarios y escenarios. Y así encontramos en tiendas departamentales o exclusivas, variedad en pijamas, batas, camisones, mamelucos, negligés, baby doll, lencería, corsetería, pantuflas, almohadas, sábanas, lámparas, cortinas, alfombras, muebles, espejos, repisas. Diseños que nos persuaden a crear un ritual para llegar a su encuentro. Y entonces a bañarse, perfumarse, lavarse los dientes, vestirse y por fin, acostarse.

     En todas las edades, con cualquier motivo, la cama conoce y reconoce nuestros misterios. Ella siempre está ahí, inmóvil, estoica, mística y contemplativa, siempre dispuesta a recibirnos, a ofrecernos el calor que requieren nuestras emociones, pasiones y desalientos. Incluso estamos en ella en el momento difícil de separarnos del mundo, en la agonía de nuestros cuerpos y rodeados de seres que amamos. Tal como la bienvenida al mundo, la cama es también, el espacio sereno de nuestra despedida. Ella conoce nuestros pensamientos y sabe perfecto, quién eres.

 


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