Por: María Eugenia González Pereyra

Un puente que yo cruce, orgullosa estoy por haberlo hecho; me sé una mujer completa, gustosa del amar y cuidadosa de su espiritualidad. Soy responsable de mi sexualidad y la acepto como la sagrada oportunidad para estar en ese momento, en donde a dos se conoce el cielo y se percibe el amor infinito e incondicional. En responsabilidad espiritual, energética y personal; con respeto por mí y por el otro; sobre todo, en alabanza a Dios. No me entrego a quien sea, y mucho menos uso el don del deseo como medio de control o ganancia. Cuando vivo el amar lo hago en intimidad, en pareja y con el alma y la vida limpia, recibo el amar de la pareja con respeto y cuidado, le reconozco como individuo y respeto su total ser.

Crecí en un entorno familiar – de gente decente y buenas costumbres – de mis padres y por la Gracia de Dios lo primero que recibí es la vida y la recibí con éxito, tanto que aquí estoy escribiendo. Con la vida llego la herencia y la historia ancestral de cada uno de mis padres. Honro y agradezco todo lo que soy, me inclino ante el destino de mi árbol genealógico, los reconozco tal cual son cada uno y me sé parte de mi sistema familiar.

Cuestionar las creencias ancestrales de mi clan no es fácil, menos aún pasar de la reflexión a la acción, pero en mi caso valió la pena. Soy feliz y quiero que tú lo seas. Cambie el piloto automático, del deber ser por la enorme responsabilidad de ser yo quien maneja su rumbo y destino.

Se vale pensar diferente, ser reflexivos y encontrar la mejor manera de modificar lo que no nos causa bien estar, en el aquí y ahora. A veces ser distinto se percibe como una traición a nuestro sistema familiar y de creencias. Más aun así nosotros seguimos siendo parte y pertenecemos nuestro linaje.

Al ser educada como una - niña de familia y de moral estricta -, me dijeron que todo lo referente a la sexualidad era pecado si se sentía, pensaba, ejercía o provocaba fuera o antes de estar casada por la iglesia católica y, que solo con el hombre que fuera mi esposo para toda la vida podía yo tener contacto íntimo.

También me dijeron que “todos” sólo buscaban tomar mi virginidad, que al darla se me iba la pureza; que si “lo hacía” fuera de matrimonio seria desechada por el hombre a quien me entregara. Así que eso era lo único que tenía que cuidar, con la claridad de que si me atrevía a pecar, mi destino hasta la muerte sería la de ser una mujer de segunda clase ¡qué digo segunda; de octava! ¡Una perdida cualquiera! que no merece respeto, mucho menos amor.

De tal suerte que el infierno terrenal y eterno estaba garantizado para las mujeres que osaran transgredir dicha costumbre de las “niñas bien”. Que aun cuando en confesión recibiera el perdón, la sentencia social y de “los” hombres; esa, era irrevocable. El pecado original es la soberbia, no la sexualidad… La soberbia de dejar de alabar a Dios y creerse mejores que el; lo que nos han contado sobre la carne y la sensualidad como pecado es falso, bueno eso pienso yo. Así que como verán queridos lectores, lo tenía ya más que claro a los 8 años estaba yo ya instruida y advertida… les confieso que esa fue la única instrucción sobre sexualidad que recibí en toda mi vida, claro que hubo otras platicas (como dos más o tres) antes de llegar a la edad en donde mi cuerpo y mi biología despertaron al deseo y me llevaron a descubrir mi capacidad sensual… después de eso nada, ni una sola palabra, ni una sola enseñanza. Quede advertida y por lo tanto educada. Definitivamente asustada, temerosa y castrada durante mi adolescencia y la temprana adultez.

Si guardaba la castidad, como premio tendría yo el título de esposa; sería una mujer aceptada y que no tendría que trabajar nunca. Que al entregar la virginidad intacta, procrear hijos y tener la casa limpia con la ayuda del personal de servicio, es suficiente para cumplir con mi único destino como mujer. Si, por supuesto que me enseñe a cocinar, bordar, sonreír…lo que nunca pude aprender fue a callar, a no pensar y a no cuestionar… Gracias infinitas doy a Dios por prestarme la capacidad de reflexionar, que así me la preserve.

…algún día en la escuela, que por supuesto era de ideales santos como los de casa; me dijeron que si yo usaba pantalones estaba en pecado grave; cursaba yo el tercero de primaria, debo haber tenido unos 8 u 9 años. Aquel día me atreví y abrí la boca, solo dije: ¿me puede explicar por qué?... desde ese momento fui etiquetada como rebelde y peligrosa; en realidad soy procuradora de la consciencia y la excelencia y  eso asusta a quienes prefieren vivr acorde al molde, sin ser plenos.

La respuesta fue simple y castrante: dijeron que si usaba pantalones, provocaría yo sensaciones y placer en los hombres, entiéndase “todos”, que eso me convertía en pecadora, ya que si me miraban ellos a mí, entonces ellos pecaban… algo así como ser yo la culpable de que ellos incapaces de hacer distinto cayeran en desgracia por mi culpa ¡que absurdos inventan algunas personas y abusar del anhelo natural hacia la santidad de una niña!

Recuerdo que mi mamá bajita la mano, digamos que rompiendo la mancuerna con mi papá, me dijo que eso de los pantalones era una exageración, que aún era una niña y que solo los perversos podían pecar con una niña. Al escribir esto sonrío, hoy ya con 47 años abrazo a mi niña interna y la felicito por su entereza y valentía. Ambas sobrevivimos a los embates de las creencias limitantes. No saben lo mucho que he agradecido esa respuesta, porque así como ese día me etiquetó para siempre; yo también desperté para siempre en un anhelo imperioso de procurar la verdad. Mi alma inocente me gritaba que eso que estaba escuchando era falso, desesperada me advirtió que por el camino de esas creencias la luz de mi ser se iba a apagar… Y en efecto les di gusto y me rebele de la mano de mi alma y con la guía de Dios. Supe rebelarme en la búsqueda de respuestas y no me perdí en el camino, a Dios le agradezco me cuidara para no perderme.

Cuando mi esposo y el padre de mi hijo se fue, porque no se sintió capaz de asumir las riendas de un hogar, me dijeron que me preferían muerta que divorciada, que en la familia eso no era aceptable, que no tenía derecho a tener una relación con ningún hombre nunca más y que una mujer sola no podía educar bien a un hijo… ¿qué creen? También lo hicieron desde el amor, también me revele…

Yo encontré opciones distintas para elegir diferente, sin lastimarme ni lastimar a otros. Con el tiempo, quise regresarle a la vida todas las bendiciones recibidas por eso me prepare durante muchos años, para acompañar a las personas a que descubran su vida en serenidad, dicha y felicidad; que puedan resolver y superar los dolores, huellas de abandono  y obstáculos; les acompaño a desarrollar su potencial humano al máximo, como personas que se respetan y aman a sí mismas y en armonia con los demás.

Mis reflexiones, espero surgan las tuyas:

1. La sexualidad es parte del ser humano, como lo es el nacer, el morir y el respirar… quiero decir que viene en el paquete y que no hay manera sana de evitarla.

2. La sexualidad no es un instinto bestial, es una acción de profunda espiritualidad y alegría.

3. Sembrar creencias limitantes con respecto a la sexualidad, es el camino más sencillo para crear “culpa” y así poder manipular a una sociedad que se avergüenza de sí misma.

4. Cada quien es responsable de como ejerce su sexualidad y las consecuencias de sus acciones.

5. La intimidad debe reservarse a ser compartida con un ser en quien confiemos en cuerpo y alma, alguien con quien nos gustaría estar infinitamente; ese ser que esta como tú lo estás, atento de su pureza.

6. Ser sexual no es cuestión de pecado o reglas sociales; es cuestión de resguardar el alma y por ende nuestra vida diaria; es evolucionar hacia el amor y no caer en el desamor.

7. Yo creo que la sexualidad es la fiesta que celebra la creación, porque no puede haber pecado en la acción que genera la concepción de la vida. Los niños nacen con o sin papel civil o religiosa… la celebración de la vida está en la sexualidad.

8. Cuando una persona, ha sido castrada emocionalmente y siente su sensualidad o la de los otros como sucia o pecado, está viviendo una dualidad: una naturaleza que le pide sentir amor y otra que le dice que el amor es pecado… entonces se pierde en los rincones obscuros de una práctica robótica que por ningún lado es celebración de vida. Ejercer la actividad sexual así sin el sentido de lo sagrado, vacía al ser humano… apaga su luz.

9. Si mi alma es generosa, si mi actuar es en favor de mí y de los otros y soy consciente de que lo que ocurre con mi prójimo me está pasando a mí, entonces tengo pureza que entregar cada vez que me comparto.

10. Si estoy en gracia con Dios y me fijo con quien comparto mi energía sensual entonces me mantengo casta y limpia: la castidad se encuentra en el cómo yo cuido de mi espiritualidad.

11. Cada vez que yo me entrego a un hombre lo hago pura y casta, cada entrega es una celebración de vida y una colaboración al constante palpitar del universo…

12. Es una falsedad que “todos los hombres” son malos. Los hay adorables, encantadores, sensuales y muy fáciles de amar.

13. No hay un número mínimo, ni uno máximo de amantes durante una vida… hay la diferencia entre entregarse al adecuado o no, entre si es por generosidad o por carencia, por poseer o por entregar…

14. Quizás por esa responsabilidad de vida tan profunda es que a veces las personas prefieren perderse en la vacía promiscuidad o bien esconderse en el celibato; o simplemente ejercer la sexualidad así por obligación en matrimonio, obligando por un papel uno al otro a cumplir sin sentir.

15. Mi entrega es pura, casta e inocente en toda ocasión que tu mi compañero de caricias me permites fluir… se necesitan dos seres consciente y responsables de si mismos y del otro para poder intimar.

16. Sin decir te amo con la voz, sé que soy amada por ti, lo reconozco en la fuerza y la dulzura de las caricias, los besos, los abrazos y las miradas, que de ti surgen cuando me haces el amor.

17. ¿Y tú, cómo miras tu sexualidad? Yo la miro como un derecho, un privilegio y un regalo de Dios, que me permite ser canal de expresión divina. El ejercicio y consciencia de mi sexualidad, implica ser responsable de que y con quien comparto.

Continuara…

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