Con un monólogo de lo que un maestro y su alumno son por su historia, la vida que llevan, las personas que fueron ejemplos y por lo que esperan del otro, el coach y maestro Ernesto Pérez-Arce permitió que los maestros se identificaran y reflexionaran con la única finalidad de “cambiar su chip, tirar sus viejas tarjetas y relacionarse mejor con sus alumnos”.

“Si queremos motivar al alumno actual, debemos ser maestros actuales”, dijo a las decenas de maestros reunidos en el VI Encuentro Universitario de Liderazgo Docente, que finalizó el día de ayer con una participación entusiasta de los maestros de la Universidad de Colima.

Pérez-Arce, quien se dijo biólogo de formación, docente de corazón y constelador por convicción, fue enfático en evidenciar las situaciones e ideas que llevan consigo los maestros y alumnos cuando entran al salón de clases: las enseñanzas buenas y malas de los padres, calificaciones de la escuela, maestros ejemplares, descalificaciones, limitaciones físicas y cognitivas, compromisos económicos y morales.

En cada interpretación, ofreció muchos consejos a los maestros y maestras presentes. Contrario al dicho “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, Pérez-Arce dijo que sí hay uno peor y es el ciego que no quiere verse. “Cierra los ojos, maestro, y date cuenta qué tienes al pararte frente a tu grupo, sé suficiente hombre o mujer para saber qué vas a hacer cuando estés delante de ellos, y entonces pregúntate: ‘¿a quién miraste y a quién miras cuando quieres ser maestro?’”.

Para propiciar la reflexión personal lanzó en más de una ocasión cuestionamientos que deben hacerse los maestros, como desde dónde miran en el aula, qué significa ser maestro para ellos, cómo miran a un joven que tiene problemas de aprendizaje, qué desean dejar en sus vidas, más allá del amor por la materia.

Pérez-Arce enfatizó a los maestros que si optan por enseñar con viejas técnicas los jóvenes no aprenderán porque les estarán robando su futuro. También les ofreció guías para ser un maestro motivador.

“El buen maestro no es el que sabe mucho, ni el que les presume a sus alumnos que sabe, sino el que va hasta donde están ellos. Es, además, capaz de identificar lo que les interesa a sus alumnos, es aquél que se interesa en el alumno lo suficiente, pero jamás descuida su materia y objetivo” dijo.

“El buen motivador está pendiente de lo que les sucede a los jóvenes, no en temas externos como por ejemplo los avances tecnológicos y educativos de Finlandia. Si quieres que los alumnos corran a tu ritmo, más de alguno se quedará atrás”, recomendó.

Para finalizar, apuntó que la motivación empieza “cuando planeas en casa, cuando eres congruente con tu vida, cuando atraviesas con dignidad y responsabilidad las aulas, cuando entras al aula y dices ‘soy maestro de corazón’”.