“Aunque sólo existiera una verdad única, no se podría pintar cien cuadros sobre el mismo tema”
Pablo Ruiz Picasso
Parecen flotar en el espacio, mezclarse con la atmósfera. El deseo las atrae, el viento las arrastra y te envuelve con ellas. Y entonces esperan, hasta que tú quieras escuchar, hasta que decidas verlas.
Cada pregunta tiene su propia respuesta, científicamente hablando, aunque, como diría Einstein, lo que sucede es que a veces estamos tan lejos de ellas (las respuestas) que no las alcanzamos a observar y entonces pensamos que no existen.
No se trata de saberlo todo, ya que más que imposible, sería improbable que así fuera. Hablo de las preguntas que surgen de nuestra propia naturaleza, las que ayudan a encontrarnos y a elegir conscientemente nuestros actos.
Las respuestas no se esconden, generalmente se encuentran sobre el mismo camino que se recorre, cuestión de observar, de escuchar. Percepción y deseo de búsqueda, lo ideal, al menos en teoría. Absurdo quizá, para las mentes confundidas que no se atreven a cuestionarse por temor a lo que podrían encontrar. Así, ¿para qué buscar lo que alguien ya dijo que no existe?
El riesgo es darse cuenta de que se está en un error. Y de cualquier manera al llegar a este punto ya se ha ido lejos, porque la puerta de retroceso hace algún tiempo que se cerró. A final de cuentas, el error es como un cuchillo, te sirve o te corta. Eliges lo que piensas, te des cuenta o no.