“Con la tecnología actual podemos tener un cierto porcentaje de éxito sobre la predicción de la ocurrencia de erupciones volcánicas, pero nos falta mucho para poder predecir la dimensión de la erupción que se aproxima”. Lo anterior fue señalado por el investigador titular del Instituto de Geofísica de la UNAM, Servando de la Cruz Reyna en el Teatro Universitario, durante la conferencia inaugural del Congreso Internacional Ciudades en Volcanes 7 que tiene por sede la Universidad de Colima. Bajo el título de ¿Podemos realmente tomar decisiones con base en la actividad detectada antes de una erupción volcánica? el especialista compartió con científicos, investigadores y estudiantes de todo el mundo, algunos conceptos sobre la relación entre la vulcanología y la sociedad. Para dar inicio con su disertación, el connotado científico hizo un breve recorrido histórico sobre el estudio de la actividad volcánica, al señalar que la forma en la que la gestión del riesgos se ha sistematizado a lo largo de los años viene desde la década de 1960, cuando se propuso definir el riesgo como la interacción de dos parámetros independientes. “Uno de ellos es la probabilidad de que ocurra una erupción y que se ha denominado peligro, la otra es la vulnerabilidad, que involucra la probabilidad de daño que puede producir el evento sobre los asentamientos humanos y la infraestructura”. Por la misma época, añadió, se empezaron a utilizar los mapas de peligros volcánicos, la primera herramienta de gestión de riesgo con la cual se puede conocer a un solo golpe de vista la información de toda la historia eruptiva de un volcán. “Esto nos da una probabilidad estática, basada en una historia que ya ocurrió”. El experto indicó que en la década de 1970 se empieza a desarrollar una tecnología de monitoreo volcánico que consiste en la instalación de numerosas estaciones sísmicas, muestreos químicos de aguas, gases y rocas, así como mediciones de temperatura, entre otras herramientas que permiten revaluar las probabilidades estáticas, con base a los cambios observados en el estado interno del volcán. “Esto ha aumentado la posibilidad de pronosticar erupciones” –enfatizó. Al respecto agregó que la vulcanología actual no ha podido transformar ese “pronóstico” en lo que se conoce como una “predicción”, que implica la posibilidad de conocer con mayor certeza cuándo ocurrirá una erupción y su magnitud. “Esos son los objetivos a alcanzar en la gestión del riesgo volcánico, estamos apenas en una etapa inicial en cuanto a las predicciones de riesgo volcánico”. De la Cruz Reyna dijo que la ciencia actual está en condiciones de poder detectar las señales que produce un volcán e interpretarlas, pero aun no se puede asegurar que la detección de dichas señales más su interpretación conduce necesariamente a una predicción, por lo que a toda esta información se incorpora un grado de “incertidumbre”. “El problema es que el volcán produce una gran cantidad de señales y las interpretaciones que se le puede dar a cada una de ellas es múltiple, hay muchos procesos internos que van a generar las mismas señales y algunos de estos procesos pueden conducir a una erupción pero otros no necesariamente. Queremos descubrir si a esa incertidumbre inherente se le puede dar la vuelta”. Al respecto abundó que existen algunas “señales causales” que muestran una evolución sistemática o siguen una línea y se les puede adaptar un comportamiento que a su vez puede arrojar un factor predictivo. “Esto ya se ha logrado, ha habido predicciones exitosas en el sentido determinista de saber cuándo, a qué hora y en qué circunstancia va a ocurrir una erupción. En Colima se han hecho predicciones exitosas en ese sentido desde 1998”. Por otra parte, el miembro de la Academia Mexicana de Ciencias destacó la importancia de contar con un marco legal apropiado para la gestión de riesgo en su totalidad, que tome en cuenta las limitaciones que tiene la ciencia en el pronóstico y predicción de este fenómeno natural y entonces, dijo, se podrá realizar adecuadamente la gestión de riesgo. En este sentido añadió que la Ley General de Protección Civil de nuestro país fue completamente revisada este año tomando en cuenta una serie de consideraciones que constituyen un primer paso para que la gestión de riesgo, bajo los factores de incertidumbre ya mencionados, se pueda realizar de manera adecuada. Servando de la Cruz citó que la ley reconoce la existencia de órganos técnicos que incluyen a comités científicos, universidades o institutos que realizan investigación en esta área, a los cuales se les atribuye la condición de organismos de consulta y son los responsables de informar a las autoridades los escenarios posibles de un volcán, mientras que el gobierno se encargará de la toma de decisiones con base en las consultas realizadas. Finalmente señaló que aun falta por establecer de manera formal los mecanismos de comunicación con los órganos legislativos que promulgan las leyes que rigen la gestión de riesgo, por lo que el conferencista a manera de conclusión sugirió que las comunidades científicas como la Asociación Internacional de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra (IAVCEI) entre otras, “intenten generar una comisión para estar en contacto con los legisladores a nivel de los estados, los países e incluso a nivel de las leyes internacionales y empezar a trabajar en un marco legal adecuado”. |