21 de febrero de 2012 22:42:27 horas
Cuando los corazones de los adultos siguen albergando la ilusión de los niños, aún se puede soñar y contagiar al resto de los mayores con esos sueños. Para fortuna de muchos a veces esos infantes trabajan como adultos en lugares que les permiten con más facilidad contagiar la magia y la inocencia de una nueva historia y hacernos participes y protagonistas de la próxima aventura.
Había una vez una princesa enamorada de un pequeño reino situado en un gran y lejano país. Por circunstancias de la vida, ella, Yolanda, que así se llamaba la princesa, habitaba en un Cantón que estaba a miles de kilómetros de su Colima mexicana y del que también se sentía profundamente enamorada; San Cristóbal de La Laguna en España. Hacía ya muchos años que su único objetivo era poder unir esos dos lugares, intercambiándose la cultura, compartiendo sus músicas, experimentando sus danzas, degustando sus platillos… Algunas veces ya lo había conseguido, pero su corazón que era muy grande sabía que tenía que regalarle a sus hermanos de los dos lugares la posibilidad de sentir la felicidad y la dicha que da el pertenecer a esos bellos rincones del mundo Colima y La Laguna.
Una de esas interminables noches en las que con su imaginación iba viajando sin parar de un lugar para otro, una nueva idea se apoderó de su mente. Quería que germinara en el corazón de los niños de ambos rincones, el amor y el respeto por la tierra del otro. Sin dudarlo un instante se puso en contacto con el Mago Rubén y el Hada Ángeles que además de estar siempre dispuestos a ayudar a la princesa en cualquier aventura tenían su castillo el uno en Colima y la otra en La Laguna, por lo que entendían muy bien el por qué del gran y sincero amor de la princesa por estos agraciados parajes del planeta.
El hada Ángeles que vivía en La Laguna, aunque también provenía de tierras lejanas, era una mujer muy guapa, amable, simpática, bondadosa y que siempre tenía una sonrisa para obsequiar. Muchas veces ponía a disposición de la princesa a su ayudante, la hadita Arantxa, para que en ningún momento le faltara de nada y siempre tuviera todos sus deseos bien atendidos.
El mago Rubén por su parte, era un ser único y casi mágico. No sólo dirigía la escuela de magia cultural entre los ciudadanos del reino en el que habitaba, Colima, sino que tenía la capacidad de estar durante horas y horas repartiendo pócimas sin dar muestras de cansancio y tratando junto a su ejército de aprendices de mago, que la cultura llegará a todos los rincones del reino. A veces incluso y después de una larga jornada mágica, se permitía ir de “culturazumba” durante horas para estar en forma al día siguiente.
Los tres juntos con la ayuda de la hadita Arantxa y el ayudante de mago Esaú pusieron en marcha un nuevo proyecto. Uno en el que los niños de Colima y de La Laguna escribirían bonitas cartas que pudieran ser llevadas por los mensajeros del Reino de la Amistad. Todos sabían que esas cartas irían llenas de ilusión, curiosidad, sorpresa, inocencia, sueños… Sentimientos puros que los niños de Colima enviarían directamente al corazón de los laguneros y que estos a su vez devolverían con la misma intensidad a los niños colimotes. Así que sin darle más vueltas ni presentar más dificultades, extendieron la invitación a los centros de sabiduría básica de ambos lugares, los de Colima y los de La Laguna, desde donde los niños de entre 10 y 12 años harían volar y germinar la semilla del amor, el conocimiento, el respeto, la tolerancia y el interés por otro pueblo y su cultura.
Puede que por lo especial de la misiva, el Mago Rubén, el Hada Ángeles, la princesa Yolanda, la hadita Arantxa, el ayudante Esaú… todos quisieran estar presentes en el momento de la entrega de tan esperados documentos por lo que también juntos, en equipo, como se han de hacer las cosas, decidieron robar protagonismo a dos días, el 21 de abril para Colima y el 19 de mayo para La Laguna y hacer testigo de primera línea a dos lugares; La Piedra Lisa y la Concepción. Así habría más posibilidades de que al menos la Princesa Yolanda y el Mago Rubén pudieran impregnarse con la luz de las sonrisas de los niños de Colima y de La Laguna y estar presentes en el momento en el que le sean entregadas sus cartas desde el otro lado del mundo.
Continuará…
