Autor Soydeth Avila

“Creía que un drama era cuando llora el actor, pero la verdad es que es cuando llora el público”

Frank Capra

El campo se extiende hasta donde alcanzas a perderlo, ahí desaparece y la versión de tu sueño te rodea la mente. Abres los ojos e imaginas que alguien te acompaña, o al menos que en algún lugar del espacio te espera. Nostálgica fantasía aferrada a la esperanza.

Piensas en qué es lo mejor de lo que has experimentado, digno de ser narrado en tus memorias para la posteridad, si es mejor estar solo por elección, o sentirse solo estando entre la multitud. Aunque al final lo que importa es si sabes o recuerdas quién eres, o en qué te han convertido los años.

Divagaciones filosóficas desde la comodidad de tu mente, en el santuario de tu soledad te preguntas quizá para reconocerte, para no olvidar a donde perteneces, ni las características honrosas o vergonzosas que te definen como igual a ti mismo y distinto de los demás.

No sólo somos lo que creemos ser, sino también lo que recordamos haber sido. Emociones, recuerdos, pensamientos, acciones, gustos, preferencias, no son lo único que nos explica sino también las relaciones que se dan entre estos factores y el medio social en el que uno elige desenvolverse.

Y luego la paradoja de la identidad, lograr la estabilidad sólo para volver a cambiar, sentir que eres el mismo de toda la vida, y a la vez darte cuenta de lo diferente que ahora eres.