La prevención del riesgo ha sido una de las tareas más complicadas en países en desarrollo, ya que muchos de sus gobernantes prefieren realizar obras de reconstrucción, que son más visibles, a invertir en campañas de información acerca de los riesgos que corre la población y en el diseño de planes de mitigación basados en estudios socio-culturales de las comunidades en riesgo.

Esta situación trae como consecuencia “altos costos humanos y materiales durante la participación de fenómenos naturales en los desastres”, dijo el maestro en geografía Juan Carlos Gavilanes Ruiz, uno de los organizadores de Ciudades en Volcanes (COV7).

Dijo también que las autoridades están conscientes que prevenir tiene costos bajos comparados con las enormes cantidades que se invierten en la reconstrucción de viviendas, edificios y calles, además de la fragmentación o destrucción del tejido social. Sin embargo, señaló, “es más visible construir casas baratas que implementar medidas de mitigación integrales que no sólo incluyan la atención de las fases de emergencia y reconstrucción”.

Por ello “debe haber una mayor compenetración con las comunidades; esto es, se debe hacer investigación científica social sobre desastres para conocer de qué manera reaccionan las personas y así poder actuar con mayor seguridad en eventos posteriores; esto aunado al conocimiento científico de las ciencias naturales”, explicó.

Ejemplo claro del trabajo en la prevención, dijo, es Japón. En el tsunami ocurrido en marzo de 2011 murieron aproximadamente 20 mil personas, número que hubiera sido mayor si sus gobernantes no hubiesen trabajado en medidas de mitigación del riesgo. Hay personas que critican el número de personas muertas, pero, asegura el investigador, de no haber invertido en prevención hacia la población, la cantidad hubiera sido mucho mayor.

Lo que necesitamos, añadió el investigador, es “realizar un encadenamiento entre el conocimiento científico, pobladores y autoridades. Si éstos no se ponen de acuerdo, no tiene sentido la prevención; además, las campañas deben ser permanentes, no durante dos o tres meses, porque a la gente se le olvida. La capacitación debe ser constante”.

Incluso la vulcanología, dijo por último, con todos sus aparatos y pronósticos de una erupción certera, “no sirven de nada si no existen las medidas y tejidos sociales aptos para que haya una credibilidad por parte de la población hacia los científicos y autoridades. Está probado que los planes de emergencia no sirven sino hay esa comunicación”.

Para Gavilanes Ruiz, lo importante de los mecanismos de mitigación del riesgo es que la gente confíe en los operativos de emergencia y en las autoridades; “eso se construye, no se gana nada más dando órdenes. Dar órdenes e imponer es el peor método para realizar un plan de emergencia, eso está garantizado que nunca va a funcionar”.