Diccionario, - Pavo Real, Pavo Cristatus, Aves (aves),características Y Clasificac La mayoría de los zoólogos actuales están de acuerdo en que las aves evolucionaron a partir de una familia de dinosaurios carnívoros; algunos de ellos incluso opinan que no puede hablarse con propiedad de la clase aves sino meramente de un grupo taxonómico incluido en la subclase diápsidos arcosaurios que incluye a los cocodrilos, a los dinosaurios y a las aves.
Aunque aquí se prefiere conservar para las aves el nivel taxonómico de clase, no puede negarse su próximo parentesco con los antiguos dinosaurios y su relación algo más lejana con los cocodrilos, los vertebrados más próximos a ellas de todos los que viven en la actualidad. La idea en todo caso no es nueva, puesto que Thomas Huxley a finales del siglo xix ya designó a las aves como «reptiles glorificados». Anatomía y Morfología Las aves son vertebrados homeotermos (su temperatura interna no varía con la del medio), de reproducción ovípara, provistos de plumas y con los miembros anteriores transformados en alas, y por tanto adaptadas al vuelo y a la marcha bípeda.
La característica que mejor las define por ser exclusiva de esta clase son las plumas, que no sólo permiten un vuelo más efectivo que el patagio o «ala de piel» de los murciélagos y dan al ave un perfil aerodinámico (plumas de contorno), sino que además protegen su cuerpo de los cambios de temperatura al proporcionarle un aislamiento superior incluso al de los pelos de los mamíferos.
Particularidades Anatómicas
Para los animales que forman este grupo zoológico, el pico cumple la misma función que los labios y los dientes para los mamíferos. En edades geológicas anteriores hubo aves provistas de dientes pero en la actualidad ninguna los tiene (aunque algunas tienen los bordes del pico serrados), de modo que el pico no sólo sirve para obtener el alimento, sino también, en muchos casos, para partirlo o desgarrarlo. El pico se compone de dos partes: la envoltura córnea exterior, denominada ranfoteca, y los huesos que sostienen esta envoltura, que son los extremos anteriores de las mandíbulas.
Basta comparar un águila, una cigüeña y una alondra para darse cuenta de la enorme variedad de formas que puede presentar el pico, en consonancia con el tipo de alimentación de cada especie. En las aves de rapiña es ganchudo, fuerte y de punta muy afilada; en las que buscan su sustento en el fango, largo y estrecho; en las que han de partir frutos de dura cáscara, grueso y fuerte, y así sucesivamente. Las variaciones, a veces sutiles, en la forma, la longitud y la fuerza del pico son de gran ayuda para el ecólogo porque le permiten conocer con precisión los hábitos alimentarias de las distintas especies de aves.
El Esqueleto.
La existencia del pico y la falta de dientes da una forma muy característica al cráneo de las aves, que además se distingue del de los mamíferos por estar articulado con las vértebras cervicales por medio de un solo cóndilo - o eminencia redondeada en el extremo de uno de los huesos que forman la articulación -, y no por dos, como ocurre en aquellos. Estudiando el esqueleto de un ave se observan otras muchas particularidades no menos dignas de mención.
Así, mientras que en los mamíferos, salvo muy raras excepciones, hay siete vértebras cervicales, las aves nunca tienen menos de nueve, y con frecuencia poseen muchas más. El cisne, por ejemplo, tiene nada menos que veintitrés. La parte de la columna vertebral correspondiente al cuello es en casi todas las aves muy flexible, y en cambio las vértebras dorsales y lumbares están muy firmemente unidas entre sí; lo mismo ocurre con las costillas, cada una de las cuales presenta una prolongación hacia atrás para enlazarse con la que se encuentra a continuación.
Esta estructura está relacionada con tos músculos que intervienen en el vuelo, que es el modo de loco-moción más frecuente en las aves. Para la sujeción de los principales músculos que mueven las alas, en la mayor parte de las especies el esternón presenta una forma característica, similar a una enorme cresta que evoca la quilla de un balandro (de ahí procede su nombre). Esta estructura ósea está tanto más desarrollada cuanto más voladora es la especie.
A pesar de la modificación de los miembros anteriores, su estructura ósea es homóloga a la de los mamíferos. Una de las diferencias estriba en que, en las aves, los huesos de la muñeca y de los dedos están muy atrofiados, y en que los dedos son solamente tres, faltando el cuarto y el quinto. Los miembros posteriores presentan caracteres más peculiares; el tarso está reducido a un hueso único casi siempre muy largo, y los dedos nunca son más de cuatro; el quinto falta siempre, y el primero está, por lo general, vuelto hacia atrás. Todos tienen uñas largas y más o menos encorvadas y agudas. Los huesos de las aves son notables por su ligereza y, a la vez, por su fuerza y elasticidad. Muchos de ellos son huecos, aunque reforzados interiormente por travesaños, y están conectados con el aparato respiratorio. Éste presenta, además de los pulmones, varias cámaras accesorias denominadas sacos aéreos, provistas de ramificaciones que envuelven los distintos órganos, e incluso penetran en algunos huesos, contribuyendo así a reducir el peso específico del animal.
Órganos Internos
También es notable la estructura del aparato digestivo. El esófago, relativamente ancho y muscular, es importante para acumular comida y para regurgitar alimentos a las crías. A menudo se transforma en un buche o cavidad extensible en forma de bolsa. El estómago consta de dos partes: el proventrículo o estómago verdadero y la molleja, una bolsa musculosa adaptada para la trituración del alimento, que es posible gracias a la acción de pequeñas piedrecillas ingeridas por el ave.
El corazón de las aves, al igual que el de los mamíferos y los cocodrilos, está dividido en cuatro cavidades y tiene una estructura netamente asimétrica, puesto que el lado izquierdo es tres veces mayor que el lado derecho. La sangre es similar a la de los reptiles y bastante distinta de la de los mamíferos.
Los Sentidos y la Voz
En cuanto a los sentidos de las aves, el olfato y el oído no parecen tener tanta importancia como en los mamíferos, aunque existen notables excepciones. Los kiwis, por ejemplo, cazan de noche mediante el sentido del olfato; algunos falconiformes catártidos tienen el olfato particularmente bien desarrollado y, según algu-nos autores, localizarían las carroñas por el olfato; es-te último sentido es también utilizado por algunos procelariiformes para localizar el nido por la noche, en tanto que los estrigiformes y algunos falconiformes, que tienen el oído particularmente agudo, son capaces de oír algunos sonidos de muy baja intensidad.
Las narinas se abren siempre en el pico y los oídos en simples orificios, casi siempre sin pabellón externo. La visión, en cambio, es muy aguda, y muestra una admirable adaptación telescópica a las diferentes distancias en las que se encuentran los objetos. Además de estar dotadas de gran agudeza visual gracias a la estructura retiniana y al gran tamaño relativo de sus ojos, las aves son muy sensibles a los movimientos rápidos y su percepción del color es probablemente superior a la nuestra; algunas especies son capaces de discernir incluso la luz polarizada y la banda ultravioleta del espectro.
Excepto en las aves nocturnas, cuyo elevado número de bastones les permite ver con luces muy débiles, los receptores más importantes de la retina son los conos, que confieren una gran agudeza visual con luz diurna. Para mantener siempre limpia la superficie del globo ocular, las aves tienen una especie de segundo párpado que se cierra rápidamente y que se denomina membrana nictitante.
La voz presenta gran variedad, y en muchos casos es de volumen comparativamente enorme. En los paseriformes oscines - la mitad de las especies de aves - influye la presencia de una siringe u órgano de producción de sonido situado en el punto de bifurcación de la tráquea, mucho más complicada que la laringe o punto de unión entre los sistemas respiratorio y digestivo. La forma y movimientos de la siringe posibilitan notables modificaciones en el tono de voz, aptitud que el ave emplea asociada a distintas conductas.
El Plumaje
Ninguna característica define mejor a las aves como el plumaje que las reviste, ya que este rasgo es común a todas ellas y exclusivo de la clase. Las plumas son productos tegumentarios córneos, lo mismo que el pelo de los mamíferos. La pluma empieza con una especie de púa o cañón, que poco a poco se raja a lo largo y da salida a dos series de flecos, llamados barbas. De este modo se compone de una varilla central, el raquis, con sus series de barbas. La base de aquél, limpia de barbas, es hueca y transparente, y se denomina cálamo. De ella sale algunas veces una ramificación, como una segunda pluma más pequeña, que recibe el nombre de hiporraquis.
A primera vista, las barbas de la pluma parecen sencillos filamentos yuxtapuestos, pero examinados con una lupa, cada uno de ellos resulta compuesto, a su vez, de un tallo central con flecos laterales, que vienen a ser como las barbas de las barbas, y se denominan bárbulas. Cada una de estas bárbulas tiene pequeñas barbitas, o barbicelas, con frecuencia en forma de garfios, y con ellas se enganchan las bárbulas de las barbas adyacentes, de lo que resulta esa resistencia del plumaje de muchas aves cuando se trata de abrir o separar sus barbas.
Puede ocurrir que falten las barbicelas, y entonces, como las barbas no se adhieren entre sí, la pluma resulta rizosa y despeinada, como en el avestruz. También hay plumas sin bárbulas, con las barbas pendientes como hijos a lo largo del raquis, como es el caso de las plumas prenupciales de las garzas, e incluso puede no haber barbas y quedar la pluma reducida al raquis.
Ciertas plumas consisten en un haz de filamentos sedosos, el denominado plumón. Muchas aves jóvenes, antes de poseer plumas, están revestidas de plumón, y hay algunas, como los patos, que tienen plumón debajo de la pluma durante toda su vida. En las garzas, los tinamúes y otras aves en que se observa este doble plumaje, el plumón, a medida que crece, se deshace en un polvo fino, blanco y grasiento, que se va introduciendo por entre la pluma y contribuye a conservar-la seca y lustrosa.
Hay aves que tienen algunas partes del cuerpo desnudas, como ocurre con la cabeza y el cuello del buitre o con los muslos del avestruz. En la mayoría, son también implumes los pies, o los dedos, cuya piel es escamosa o está cubierta de escudetes córneas. Las aves cambian periódicamente de plumaje. Al llegar las plumas a su desarrollo total, se cierra el cálamo y se convierten en materia muerta que se desprende y es sustituida con rapidez. Por lo general, el proceso de muda incluye una muda postnupcial completa y una muda incompleta en primavera. Los jóvenes de un año suelen cambiar todo su plumaje en otoño / invierno (muda postjuvenil).
Las plumas de las aves ofrecen, como es bien sabido, bellos y variados matices, que jamás se encuentran en el pelo de los mamíferos y que, si no tienen una función críptica o de ocultamiento, suelen actuar como señales intraespecíficas. Algunos de estos colores no dependen de la pigmentación de la pluma misma, sino de efectos de luz a través de cavidades diminutas de las plumas - lo que, en ausencia de pigmentación, produce tonos blancos o azules - o a través de las capas sucesivas de las barbas de la pluma, lo que crea iridiscencias y brillos metálicos que van cambiando según el ángulo de incidencia de la luz. En muchas especies, el color depende de una combinación de efectos ópticos y de pigmentación. Éste es el caso, por ejemplo, de los periquitos, cuyas plumas, que a la vista parecen verdes, combinan un pigmento amarillo con una irisación azul.
Las Alas
Desde el punto de vista funcional, las plumas más importantes son las de las alas, las cuales revisten los miembros anteriores y forman el plano de sustentación durante el vuelo. Estas plumas son de dos clases: unas largas y estrechas, que arrancan en serie del borde posterior del brazo, el antebrazo y la mano, y que en la posición de reposo montan unas sobre otras como las varillas de un abanico; y otras cortas y anchas, dispuestas como las pizarras de un tejado y que cubren la base de las primeras, por lo que se les da el nombre de cobertoras.
Las plumas largas se llaman remeras o rémiges, distinguiéndose como rémiges primarias las que arrancan de la mano - son las más resistentes y las que proporcionan fuerza para el vuelo - y como secundarias las que parten del antebrazo - amortiguan la corriente de aire sobre el ala del ave. Las que salen del primer dedo se denominan plumas bastardas y forman el álula o ala bastarda.
El número de rémiges varía considerablemente, pero es constante para cada especie. Las largas plumas de la cola, que desempeñan en el vuelo la función de timón, también reciben un nombre especial, el de timoneras o rectrices. Las rectrices tienen sobre la base sus correspondientes cobertoras, denominadas supracobertoras o infracobertoras, al igual que en las alas, según que estén por encima o por debajo.
Las alas dan al ave los dos elementos necesarios para el vuelo de un objeto más pesado que el aire: un plano de sustentación y una corriente que pase bajo este plano. Esta corriente la establece el ave batiendo el aire con sus alas, que mueve de un modo parecido a como maneja sus remos un remero, lo que confiere a la vez a su cuerpo un movimiento de avance. Sin embargo, no todas las aves vuelan de idéntica manera.
Los patos y los álcidos, por ejemplo, utilizan siempre este tipo de vuelo batido, mientras que muchas rapaces diurnas y las cigüeñas emplean con frecuencia el vuelo planeado o encumbrado. Una vez que se han lanzado al espacio, aprovechan las corrientes de aire - muy especialmente las térmicas - y surcan el aire con las alas abiertas e inmóviles. Algunas aves, como por ejemplo las avestruces, los kiwis y los rascones isleños, han perdido la capacidad de volar mientras que otras son excelentes voladoras. Entre ambos extremos se encuentra toda una gama de formas alares, cada una adaptada al modo de vida del ave, y que constituyen con frecuencia características de clasificación.
Mientras que los mamíferos voladores suelen ser muy torpes en tierra, en las aves la facultad de volar no impide la rápida progresión en el suelo, y hay muchas que son además muy hábiles nadadoras. La mayoría tiene los pies adaptados para posarse sobre las ramas, agarrarse con firmeza a éstas y permanecer durante muchas horas en esta posición.
Reproducción
Todas las aves son, sin excepción, ovíparas. El huevo, protegido por una cáscara caliza muy delgada, pero dura, contiene gran cantidad de vitelo nutritivo, que forma la yema, en un lado de la cual aparece el vitela de formación como una pequeña mancha opaca y blanquecina. Mediante el calor a que el huevo es sometido durante la incubación, esta mancha se modifica, adquiere vida y se transforma en un embrión, que, después de nutrirse algún tiempo con la yema a la que continúa unido, acaba por romper la cáscara y salir al mundo exterior. La forma y la coloración de los huevos son muy variables, de acuerdo con las costumbres de las aves.
Las especies que ponen sobre los bordes de los acantilados producen huevos en figura de peonza, para que, aunque rueden, lo hagan dando vueltas en un reducido espacio, y las que anidan en cavidades los ponen casi redondos, lo que permite un ahorro de cáscara por la misma cantidad de vitelo y albúmina. En cuanto al color, rara vez es del todo blanco. Los huevos de muchas especies tienen manchas, pintas o incluso garabatos, de manera que se confunden con el terreno o con el ramaje de los árboles. También varía mucho el número de huevos, siendo de notar que, por regla general, es tanto mayor cuanto más expuesta a riesgos está la nidada. Ésta es numerosa en casi todas las aves que ponen en el suelo, y a menudo se reduce a un solo huevo en las especies que anidan en riscos inaccesibles.
Análogas diferencias se observan en las crías cuando salen del huevo. En unas aves los pollos nacen en una fase de desarrollo avanzada, están revestidos de plumón y pueden seguir a sus padres - y en algunos casos alimentarse por sí mismos -, mientras que en otras vienen al mundo desnudos, incapaces de cualquier movimiento, y sus padres tienen que meterles la comida en la boca. Dícese, en el primer paso, que son crías precoces o nidífugas, y en el segundo, que son altriciales o nidícolas ; los casos intermedios, es decir de pollos móviles y con plumón pero que se quedan en el nido, o de crías inmóviles pero con plumón, se habla, respectivamente de semiprecoces y semialtriciales. Los pollos altriciales necesitan una morada segura y confortable, donde puedan vivir hasta su completo desarrollo, y de ahí que las especies que tienen estas crías sean las que hacen nidos más perfectos y complicados, salvo algunas que ponen huevos dentro de agujeros del terreno o de los troncos viejos.
Es maravilloso el instinto con que las aves construyen sus nidos. Desde la simple excavación que hace en el suelo los ñandúes, hasta el nido de hojas hábilmente cosidas de los pájaros sastre o el nido comunal del republicano, se encuentran infinidad de formas y procedimientos, así como también son muy variados los materiales que emplean las diferentes especies. Los horneros de América del Sur construyen su nido con barro; los somormujos, con vegetación flotante; las cigüeñas, con palos; y las satanganas, con una secreción salival propia, que al contacto con el aire se seca y endurece como el cemento.
Alimentación
Por lo que respecta a la alimentación, encontramos en las aves la misma variedad que en los mamíferos: la mayoría de especies se nutre de insectos o de otros pequeños invertebrados, o de frutas y semillas; pero hay muchas que depredan vertebrados y algunas que se alimentan de hierba. La escasez de determinados alimentos en ciertos períodos del año ocasiona las migraciones de muchas especies de aves.
En general, la fauna ornitológica de cualquier país con clima templado o frío puede distribuirse en cuatro grupos, a saber:
1) aves sedentarias, o que se ven en cualquier época;
2) aves que sólo se ven en primavera y en vera-no, y crían en el país;
3) aves que sólo se ven en otoño e invierno, y emigran a criar fuera; y
4) aves de paso, esto es, que sólo se ven algunos días en la primavera del hemisferio norte, de paso hacia el norte, y algunos días en el otoño, en tránsito hacia el sur.
Las aves del segundo grupo llegan en primavera desde países más meridionales, para criar, y las del tercer grupo se van en la misma época a países más septentrionales, también para criar; de modo que todas las aves migratorias, dentro de una misma época, viajan en un mismo sentido. Y esto mismo ocurre con las del hemisferio sur, pues en realidad el movimiento es de los polos al ecuador con la llegada de los fríos, y del ecuador a los polos cuando viene el buen tiempo; y al estar las estaciones del hemisferio sur cambiadas respecto a las del hemisferio norte, resulta que las aves australes se acercan al ecuador en el mismo momento del año en que se alejan de él las septentrionales.
Los motivos de estos largos viajes no son los cambios de temperatura en sí, sino la escasez o abundancia de alimentos que depende de dichos cambios. Las aves acuáticas y las que viven en los pantanos acuden a las latitudes templadas cuando los primeros fríos hielan las charcas y las lagunas en el norte, y en la misma época, la falta de insectos obliga a las aves insectívoras a dejarlas para emigrar hacia el sur. En su viaje hacia el sur, suelen ir reunidas en grandes bandadas, mientras que al volver hacia el norte lo general es que lo hagan desperdigadas, bien por parejas, bien en pequeños grupos.
Clasificación de las Aves
El registro fósil de las aves es bastante incompleto, lo que, aunado al hecho de que muchas especies de aves han desarrollado caracteres análogos a los de otros grupos por razones funcionales y adaptativas, sin tener por ello un ancestro común, dificulta su clasificación.
Desde la primera clasificación de John Ray y Francis Willughby (1676), los ornitólogos han estudiado a fondo un profuso abanico de caracteres morfológicos, tales como número y longitud relativa de las rémiges, posición de los dedos del pie, forma de las alas y de las pie mandíbulas, etc. En fechas más recientes, este estudio se combina con el de los rasgos etológicos, tales como paradas de cortejo o construcción del nido, así como con aspectos fisiológicos y bioquímicos.
Una de las clasificaciones más recientes, la de Sibley, Ahlquist y Monroe (1990), basada en las modernas técnicas de hibridación del ADN, ha causado un gran revuelo entre los ornitólogos, ya que propone una serie de cambios absolutamente insólitos con respecto a las clasificaciones anteriores. Dado que la mayoría de los autores opina que hace falta más investigación para aceptar la clasificación fundada en el ADN, en esta obra se ha preferido la utilizada en el Handbook of the Birds of the World (Lynx Edicions), basada en la de Morony, Bock y Farrand (1975).Enciclopedia, México, Colima, Revista Electronica Fumarola, Noticias LeeColima, Lee Colima