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Literatura colimense “Lo paranormal en un libro de fantasmas”

Literatura colimense “Lo paranormal en un libro de fantasmas”



03 de junio de 2008 14:24:00 horas

Autor Víctor Ramiro Gil Castañeda

Este día nos toca comentar un libro titulado Los fantasmas de mi pueblo, del ingeniero Arturo Cuevas Aguilar, originario de Quesería. Se trata de un libro compuesto de 25 relatos, editado por el Fondo Municipal para la Cultura y las Artes de Cuauhtémoc.

 

Los cuentos están ligados por un tema común: el rescate de anécdotas, tradiciones o leyendas relacionadas con aparecidos, muertos, fantasmas, seres demoníacos y de ultratumba. Todos están ubicados en zonas geográficas determinadas, muy cercanas al Estado de Colima, y en pocas ocasiones suceden fuera de éste sitio o del país, como en el texto llamado “La calavera”, cuyo personaje central, Javier, decide viajar a Estados Unidos, aunque luego habrá de regresar a El Trapiche.

En todas las narraciones los acontecimientos han sucedido a terceras personas, a otros, que fueron y contaron los hechos a alguien más, quienes a su vez lo fueron comentando por aquí y por allá, hasta que llegaron a oídos del autor, quien les dio forma y sentido. Hay un solo relato donde al autor se ve involucrado directamente, pero como todo sucedió hace mucho tiempo, la historia llega hasta nosotros como si verdaderamente él no la hubiera vivido. Tal vez, a eso se deban las expresiones impersonales, o desde la orilla, con que el narrador inicia sus historias, por ejemplo: “Hace algunos años…”, “Esta es la historia de un joven…”, “Una tarde del día primero de abril…”, etc.

Por supuesto, esta forma de iniciar los relatos (el incipit, dicen los técnicos) cubre una función primordial en el texto, porque de esta manera el autor se pone del otro lado de la barrera, atrás de un espejo, para decirnos que él ha sido testigo tangencial de los fenómenos allí ocurridos. Esto puede acelerar la creencia en un autor implicado en los hechos, pero con cierta distancia. Y es que las acciones son tan fantásticas, casi inverosímiles, que el mismo escritor nos previene contra futuras repeticiones o apariciones de estos fenómenos, lo que hace descansar el texto en una realidad paralela a la que estamos viviendo. Es decir, su origen resulta fascinante que puede no ser verdaderamente cierto, aunque haya algo de probabilidad en su desenlace.

Gracias a este registro pormenorizado del distanciamiento, el relato queda en la imaginación del lector para ser completado, o bien, para ser desechado. Y es que los acontecimientos paranormales son tan frecuentes y extraños, que no damos crédito a lo leído, aunque bien sabemos que cualquier conocimiento de la existencia tiene sus riesgos, como lo que se sabe en este libro, de que son hechos acontecidos en mundos paralelos al nuestro.

Si entendemos como “paranormal” los fenómenos que estudia la parapsicología, que es aquella rama del saber que analiza las anomalías del conocimiento, como la percepción de sucesos pasados y futuros, o de los que no tienen justificación aparente, si lo entendemos así, podremos valorar la cantidad de tales fenómenos en la estructura narrativa del libro que hoy estamos comentando. Y esta es la principal riqueza del texto, que sus anécdotas vienen acompañadas de hechos truculentos y fantásticos que nos orillan a percepciones extrañas de nuestra realidad.

Este decir paranormal es un hilo conductor en el documento. Todos los relatos lo tienen como sustento y raíz. Podemos citar unos ejemplos para comprobarlo.

Tenemos el caso del cuento titulado “El tesoro”, ubicado en la Exhacienda del Carmen, donde unos hombres quieren rescatar unas riquezas enterradas pero les acontece lo siguiente:

(1)“No había terminado José de hablar, cuando de pronto se escucharon unos golpes en la tierra. Los amigos voltearon y se miraron entre sí, luego corrieron a refugiarse, pues inmediatamente después cayó una lluvia de piedras del tamaño de una naranja”. (2)El fantasma de aquella casa actuaba en forma física en contra de quien lo retara. (3)Estaban adentro del hoyo y los pelos se les pusieron de punta pues vieron pasar un caballo con jinete y éste iba sin cabeza. (4)Cuando salieron del hoyo las cosas volaban contra ellos, con fuerza: “Relámpagos y luces surgidos del centro mismo de la casa los deslumbraban haciéndolos tropezar y caer en su loca carrera”.

Dice el autor que “Fueron momentos desesperantes, de esos en los que se pierde la dimensión del tiempo y el espacio. Donde no sabes si lo que te está sucediendo es real o un sueño, pero que algo muy dentro de ti te dice que te alejes, si no, algo muy malo te sucederá”.

En el cuento de “La higuera” sabemos que el pobre hombre, Damián, invoca al demonio para obtener más conocimientos de la hechicería. Cuando éste se le aparece le da un escarmiento y lo deja atontado. Lo paranormal está descrito de la forma siguiente:

“Luego de esto, se hizo un gran silencio que fue interrumpido por la luz y el sonido de un fuerte rayo que cimbró toda la higuera. Inmediatamente después del estruendoso rayo, un fuerte olor a azufre invadió todo el lugar (…) Al día siguiente, un grupo de personas rumbo al trabajo lo encontraron en lo más alto de la higuera, llorando y pegando de gritos. De allí lo tuvieron que bajar amarrado, pues él ya no se pudo bajar por si solo”.

En el cuento de “El gato”, dos hermanitos mataban animales domésticos por puro gusto, con un rifle de diábolos que les compraron sus padres. Sin embargo, una noche se les aparece un gato, se lo llevan escondido en un saco para matarlo varias veces y comprobar si tiene siete vidas. Cuando le iban a dar la séptima muerte, el gato creció tanto que los atacó sin misericordia, dañándolos y provocando que huyeran de Quesería. Lo paranormal está descrito así:

“Absortos en la tarea de matar al gato, los muchachos no se dieron cuenta de tres cosas: una, que empezaba a oscurecer; dos, que después de cada muerte el gato tardaba más en resucitar, y tres, que cada vez que se incorporaba, aparte de aumentar de tamaño, su aspecto se iba volviendo más tenebroso y aterrador (…) En medio de un fuerte viento, el gato creció hasta alcanzar el tamaño de un becerro. La transformación no hubiese sido tan terrorífica, si no fuera por el demoníaco aspecto del animal, que lo hacía verse más horripilante con las heridas aquellas que los muchachos le propinaron con las postas. Con aquel tamaño, la falta de un ojo y la sangre en su pelaje lleno de tierra y basura, hubiera sido suficiente para asustar al más valiente de los humanos (…) El horripilante ser se les empezó a acercar emitiendo un fétido olor por su hocico, al momento que de su único ojo se desprendían rayos de luz, que al tocar a los muchachos los hacían retorcerse de dolor por las quemaduras tan serias que les ocasionaban”.

Un tercer ejemplo de lo paranormal será suficiente. Nos referiremos al cuento titulado “Santa Mariana”, nombre que recibía un arroyo al que iban a lavar su ropa las mujeres del pueblo. A veces se bañaban en ese lugar y por supuesto, eran espiadas por dos amigos cañeros que antes del “strip tease” tomaban sus buenos vasos de alcohol con limón, conocido como “chango” o “rebajado”. Una tarde que iban a su camping nudista, las hermosas mujeres que esperaban ver se les convirtieron en seres fantasmales y de ultratumba, lo que les provocó una fuerte fiebre de quince días. Lo paranormal es descrito en la forma siguiente:

“¡De pronto el agua del arroyo empezó a burbujear al mismo tiempo que una espesa niebla empezó a cubrirlo todo! (…) pero poco a poco todo fue diferente: ante la presencia de los amigos, las dos chicas comenzaron a sufrir una transformación. Al mismo tiempo que sus cuerpos se empezaron a tornar transparentes, sus ojos mostraron dos cavidades profundas, de las cuales emanaba una luz roja que, combinada con los cadavéricos rostros, evidenciaba lo que antes eran unas hermosas mujeres, a dos espeluznantes seres del más allá”. Dice al autor que las mujeres se movían rápidamente por el agua, sin hundirse, dando gritos de ultratumba.

A pesar de los hechos demoníacos en estos cuentos, debemos comprender que también existe un anhelo educativo y didáctico, pues al final de los relatos está la moraleja o la advertencia, sobre todo para los jóvenes y los hombres que se comportan mal. También hay llamadas de atención contra las mujeres de mal ejemplo o pecaminosas, lo que nos induce a pensar que el trasfondo de las narraciones tiene un fin orientador, como lo han hecho las leyendas trasmitidas de generación en generación, que vienen de las profundidades de la cultura prehispánica y virreinal (como La Llorona), que con tanta maestría rescató el mexicano Artemio del Valle-Arizpe (1884-1961) en libros como: El Canillitas, Por la vieja calzada de Tlacopan, Las calles de México, etc.

En este mismo panorama se encuentra la producción del uruguayo, Horacio Quiroga (1878-1937), cuya vida misma sucedió en una permanente serie de hechos trágicos y funestos: era un recién nacido cuando su padre se disparó accidentalmente con el arma que había utilizado en la cacería. Años después su padrastro se suicidó en forma violenta. Posteriormente causó la muerte imprudencial de su amigo Federico Ferrando, mientras revisaba el arma con la que éste se batiría en duelo al día siguiente. Luego, su esposa moriría la ingerir equivocadamente una fuerte dosis de cianuro. Tales fatalidades fueron vertidas en relatos tétricos y escalofriantes contenidos en libros como: El crimen del otro; Los perseguidos; Cuentos de amor, de locura y de muerte; La gallina degollada y otros cuentos.

Una semejanza más la encontramos en varios textos de Edgar Allan Poe (1809-1849) contenidos en libros como: Cuentos de lo grotesco y lo arabesco, Los crímenes de la calle Morgue, El gato negro, El diablo en el campanario, La carta robada. Narraciones que se adelantaron a la percepción de lo fantástico, la ciencia ficción y los relatos de terror que tanto material dieron a las letras del siglo XX y al actual, por lo que han sido llevados a la pantalla cinematográfica de manera exitosa. Ágata Christie, Alfred Hitchcook, entre otros, lo demuestran plenamente.

Aquí en Colima hay otro autor que se ha dedicado a rescatar leyendas, tradiciones y relatos de aparecidos o de misterio. Hablamos del profesor José Rosales Alcaraz, quien nació en el año de 1925 en Coquimatlán. Se desempeñó como profesor de primaria por más de cuarenta años. Fue presidente de la Asociación de Autores y Compositores de Música de Colima. Es miembro de la Asociación Colimense de Periodistas y Escritores (ACPE). Pertenece al taller literario “Borrón y cuenta nueva” de los jubilados del SNTE. Entre sus libros publicados aparecen: Algunos hechos históricos de Pueblo Juárez (investigación), La calavera con trenzas (cuentos), La hechicera (cuentos), El nahual y otros relatos (cuentos), Personajes históricos de Coquimatlán (investigación histórica) y Aventuras de un sueño (novela corta).

La investigadora Lilia Schefler, en su libro: Cuentos y leyendas de México dice que la narración tradicional es parte integral de la cultura en la que se produce y pone de manifiesto la visión del mundo y la forma de vida de los pueblos. Así, los relatos populares tienen un valor estético, histórico, literario, filosófico y cultural, puesto que son el producto de una sociedad humana.

Agrega que hay relatos que dentro de su argumento llevan una enseñanza y de esta manera se convierten en mecanismos de trasmisión de ideas morales, ejerciendo así una función específica dentro del grupo. Existen otros que ponen de manifiesto ideas míticas y religiosas, referentes a creencias de diferentes tipos, o que proporcionan explicaciones de distintos fenómenos de la naturaleza.

El estudio de la narración tradicional –explica– divide a sus materiales en diferentes géneros, como son: mitos, leyendas, cuentos, casos, creencias, y experiencias personales. Las leyendas generalmente tienen un trasfondo; tratan acerca de un hecho que ocurrió en un pasado reciente, en el mundo actual. Los personajes pueden ser humanos o no humanos. Se parte de un hecho real, cuya reelaboración da como resultado la coexistencia de hechos verdaderos y de hechos ficticios.

El cuento tradicional es un relato ficticio cuyo argumento puede ocurrir en cualquier tiempo y en cualquier lugar –enfatiza Schefler–. Los personajes son animales o seres humanos que viven los acontecimientos dentro de un supuesto mundo real, impregnado de fantasía e imaginación. Hay, sin embargo, diferentes tipos de cuentos. En términos generales son, primero, aquellos que únicamente cumplen la función de divertir, cuyos acontecimientos no ocurren en un lugar específico y tienen referencias de carácter fantástico. Segundo, los que se refieren a seres sobrenaturales, como brujas y fantasmas, que se consideran como verdaderos y se sitúan en una localidad específica. Tercero, aquellos cuentos en los que las aventuras de los animales forman la trama principal.

El género de relato llamado de experiencias personales, también está incluido en este libro que hoy presentamos, ya que se refieren hechos generalmente relacionados con seres o sucesos sobrenaturales, que se dice que le ocurrieron ya sea a la persona que los narra, o a una tercera persona en quien el narrador confía totalmente. A través de estos sucesos –aclara Schefler–, se presenta en forma clara un panorama de ciertas creencias y de la forma en que son manejadas por las personas del grupo.

Precisamente, este tipo de experiencias personales son las que permean los cuentos de Arturo Cuevas Aguilar. Las atmósferas sobrenaturales están presentes a lo largo de sus breves historias. Por ejemplo, en el relato titulado “La noche de los ensueños”, tres amigos de Quesería llegaban tarde a sus casas después de haber ido a una reunión. Iban en su camioneta por la carretera, espesa de niebla, cuando de pronto les cayó un ahorcado en el cofre. Se bajaron, corrieron por la vereda, cuando vieron a unos soldados “zombies” que acudían en pelotón a matar un grupo de cristeros. No daban crédito a lo que veían. Era como un trastocamiento temporal de la realidad, una ilusión tétrica del pasado en su mundo contemporáneo. Una advertencia para prevenir a los jóvenes que andan solos por algunos poblados lejanos.

En el relato denominado “Diez de mayo” la señora María Luisa muere dramáticamente al caer en un barranco, mientras cortaba otates. Iba acompañada de su pequeña hija Lupita, que es recogida por un arriero y la llevan con su padre. Estando en casa de su abuelita ella extraña a su mamá, pero le dicen que ya murió. Como no comprende este fenómeno, la niña continúa platicando todas las tardes con el espíritu de su madre, en una piedra que había en el patio de su casa. Tiempo después, la niña es encontrada, casi entera, pero enterrada, a un lado de la tumba de su señora madre, en el panteón municipal, donde la gente dice que las ve peinándose y cantando canciones de cuna todas las noches del diez de mayo.

En el relato “Los trotamundos” se nos dice que en el pueblo había unos muchachos pandilleros, latosos, que molestaban y golpeaban a las personas. Durante algunas noches son enfrentados por un joven de agradable presencia que les pone tremendas moquetizas, dejándolos lastimados y aterrorizados por su destreza en la pelea. Tenía una fuerza descomunal que dejó inconscientes a varios muchachos, otros estaban regados por el monte, a unos “los tuvieron que bajar con sogas de unos grandes árboles que estaban al borde de la carretera”, varios quedaron arriba de los techos de las casas, con señas de haber sido arañados, cortados de la piel “y al menos con un hueso roto”. Desde entonces, a los muchachos presumidos, agresivos y fanfarrones se les advierte con la frase: “Se te va a aparecer el Diablo”.

Los fantasmas de mi pueblo es una obra por demás interesante –dice Yunuén Cuevas Arellano, en la contraportada–, porque nos recuerda que los fantasmas y los espíritus existen, pues están más cerca de nosotros, de lo que imaginamos. Y es que el temor a lo desconocido no es un modismo, ni el tema de entretenimiento de una época en especial, sino aquello a lo que el ser humano no encuentra aún la respuesta satisfactoria para aliviar sus temores.

El poeta Marco Romero Cárdenas, en la introducción del documento, explica que la literatura oral está presente en la obra de Arturo Cuevas, como un homenaje a Gregorio Torres Quintero, de quien el autor se muestra como un ferviente admirador, escribiendo relatos y cuentos de una manera sencilla y profunda, que mantienen al lector interesado desde el principio al fin en cada uno de ellos.

Los fantasmas de mi pueblo es un agradable mosaico de relatos de misterio y de terror que nos permiten concebir un ambiente social diferente, con sus matices religiosos peculiares, amparados en elementos de santería y hechicería con la que siempre habrán de chocar o enfrentarse. Aunque el Bien siempre gana en estos relatos, en ocasiones el Mal debe intervenir para que los otros no dejen de portarse bien, porque en ocasiones las personas suelen tropezar dos veces con la misma piedra. Y cuando es la piedra del Mal, no hay como un susto esporádico de él mismo, para que se conviertan al Bien.

Y esta es, creo yo, la mayor riqueza del libro, que nos permite reflexionar en nuestras acciones cotidianas, para saber comportarnos con nuestros semejantes y respetando el medio ambiente que nos rodea. Asimismo, nos advierte que a lo desconocido hay que mostrarle prudente distancia, mientras no sepamos manejarlo o no tengamos herramientas para enfrentarlo debidamente.

Y como en advertencia no hay engaño, si quieren asustarse más, pues hay que comprar el libro para leerlo en una noche de luna llena.


EL AUTOR


Nació en la población de Quesería, Colima el año de 1955. Es Ingeniero Industrial con Especialidad en Planeación, egresado de la primera generación del ITC en el año 1981. Ha realizado trabajos de fotografía artística, poesía y periodismo cultural, que le han valido reconocimientos en certámenes estatales y nacionales. Ha sido colaborador de diarios como: El Colimán, Ecos de la Costa y Notiyucato, que fundó y dirigió en su pueblo natal.

Su libro Los fantasmas de mi pueblo, editado por el Fondo Municipal para la Cultura y las Artes del Municipio de Cuauhtémoc, se encuentra a la venta en librería “Las palmas” y en el callejón del Caco Ceballos.

(*)NOTA:


Cuevas Aguilar, Arturo. (2006). Los fantasmas de mi pueblo. Relatos de terror. Colima, México: Fondo Municipal para la Cultura y las Artes de Cuauhtémoc. 156 pp.

Este libro se presentó el viernes 16 de marzo, a las once de la mañana, en el auditorio “Gregorio Macedo López”, de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima. Actividad organizada por el Centro de Estudios Literarios de la UdeC y el Archivo Histórico del Municipio de Cuauhtémoc



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