LA ÉTICA EN RELACIÓN AL MATRIMONIO Y A LA FAMILIA Por: Lic. Lizbeth Adriana Castillejo Barragán 9.1 Definición de matrimonio: El matrimonio, núcleo originante de la familia, puede definirse como “la convivencia legítima y estable de un hombre” y una mujer para la procreación y educación de los hijos (fin primario), y para la mutua ayuda y perfeccionamiento (fin secundario)”. El matrimonio se dirige a la realización de unos fines esenciales del hombre que éste no puede alcanzar en solitario. Esos fines son la procreación y la educación moral y humana de los hijos, junto con la plenitud y felicidad que los cónyuges consiguen mediante su mutuo amor y ayuda. La unión del marido y la mujer tiene en los hijos su causa final primaria, y es lo que da origen a la familia. Los hijos son la causa final primaria del matrimonio. De ahí que la voluntaria y perpetua determinación de excluir la prole invalida, de suyo, el contrato matrimonial, por la naturaleza misma de las cosas. 9.2 Causa eficiente del matrimonio El matrimonio es una sociedad humana fundada en una decisión racional y no en el instinto o la pasión. Por ello, la causa es un acto espiritual: la unión de voluntades de ambos cónyuges. Lo que “realiza” el matrimonio o causa eficiente del mismo es el MUTUO CONSENTIMIENTO de las voluntades de los cónyuges en establecer el vínculo ordenado. Específicamente, ese consentimiento es el acto de la voluntad por el que ambas partes dan y aceptan el derecho propio y exclusivo sobre el cuerpo, en orden a los actos que de suyo son aptos para la procreación. No es, pues, el amor la causa eficiente del matrimonio, aun cuando sea ordinariamente el motivo o la razón por la cual se contrae. 9.3 El amor como motivo del matrimonio Dijimos que es acto libre de la voluntad que se emite en el consentimiento el que da lugar al vinculo matrimonial por eso se dice que el matrimonio no es el amor (puede haber amor sin matrimonio, y matrimonio sin amor) sino el tipo de unión que establecen varón y mujer cuando libremente entregan el uno al otro toda su virilidad y toda su feminidad, de modo que cada uno de ellos es propia y verdaderamente coposesor del otro en esa dimensión. No obstante, lo que origina el matrimonio es decir, el motivo por el que alguien quiere contraer matrimonio, ordinariamente es el amor. El tipo de amor especial entre los cónyuges se llama amor esponsal, y tiene las siguientes características: 1) Consiste en el don de la persona, por lo que en él se ha de aplicar cumplidamente la norma personalista, 2) Se origina y desarrolla a partir de la atracción física-impulso sexual; 3) Se concreta en la responsabilidad hacia la persona del otro cónyuge. 9.3.1 El amor esponsal consiste en el don de la persona El amor matrimonial consiste en el don de la persona, específicamente en el don reciproco. No se ha de confundir el don de sí mismo, del que aquí tratamos, con el “don” en sentido puramente psicológico (en cuanto comunicación de la interioridad), ni. Menos aún, con el “abandono” en el sentido puramente físico. 9.3.2 El amor esponsal se origina y desarrolla a partir del impulso sexual El amor esponsal es una especial forma de amor, porque se origina y se desarrolla a partir del impulso sexual, y en las condiciones psico-fisicas de un varón y una mujer concretos. Ahora bien, interesa destacar que a diferencia de lo que ocurre en los animales, ese amor esponsal por pertenecer a un ser racional y libre hace que el sexo trascienda lo meramente biológico. Debido a esto las manifestaciones sexuales en el hombre han de jugarse en el plano del amor (es decir, no como pura biología), y los actos que ahí se deriven son el objeto de una responsabilidad, concretamente de la responsabilidad por el amor (a persona del cónyuge y a la posible prole que de ahí pueda seguirse). 9.3.3 El amor esponsal conlleva la responsabilidad sobre la persona del cónyuge Una consecuencia derivada de las dos características del amor esponsal que hemos mencionado es la siguiente: el amor esponsal conlleva necesariamente una especifica responsabilidad: la responsabilidad hacia la persona todo del otro cónyuge. En efecto, la responsabilidad para el amor se concreta en la responsabilidad para la persona. Es una responsabilidad inmensa, que alcanza a entender sólo aquel que posee la plena convivencia del valor de la persona. El que es capaz de reaccionar únicamente ante los valores sexuales, pero no ve los de la persona, ése tal confundirá siempre el amor con el erotismo, complicará su vida y la de los suyos, privándose, a fin de cuentas, del sentido verdadero de amor. 9.4 Propiedades esenciales del matrimonio: unidad e indisolubilidad Ya que el amor esponsal, por su propia fisonomía (don de la persona total), sólo es autentico en la unidad, el contrato matrimonial la establece como derecho del otro. Por ello la unidad un esposo y una esposa es característica esencial del matrimonio. Es igualmente claro que el compromiso que ese amor establece tampoco es compartible en sucesivos periodos de tiempo (propiedad de la indisolubilidad). Analizaremos con detalle a continuación esta doble manera de razonar sobre la unidad y la indisolubilidad: n Desde la óptica del amor esponsal, y n Desde la óptica de los fines del matrimonio. 9.4.1 La unidad, propiedad esencial del matrimonio A. La unidad viene exigida por las características propias del amor esponsal Si lo propio del amor esponsal es el don recíproco de si la entrega de la totalidad unificada, que es la persona, si se escoge al cónyuge con el fin de encontrar en él otro “yo”, si uno y otro han de vivir “por él (o por ella) y para él (o para ella)”, es evidente que el amor esponsal no es divisible, repetible entre varios sujetos (propiedad de la unidad). B. La unidad viene exigida por los fines del matrimonio La lesión de la unidad también atenta contra el fin primario del matrimonio. En primer lugar la unión de una mujer con varios hombres (poliandria) hace difícil conocer con certeza la paternidad de la prole. De este modo, resulta problemática la educación de los hijos, porque no se puede determinar con seguridad sobre que varón recae el deber de procurarla y costearla. La unión de un varón con varias mujeres (poligamia), no impide de modo absoluto el fin primario del matrimonio (hay certeza de la paternidad), pero la dificulta notablemente en lo relativo a la educación de los hijos, ya que el armónico desarrollo de sus personalidades requiere del equilibrio de un hogar consolidado. 9.4.2 La indisolubilidad, propiedad esencial del matrimonio A. la indisolubilidad se deriva de las características propias del amor esponsal La unidad del amor conyugal reclama su indestructibilidad. La segunda propiedad del matrimonio es, pues, la indisolubilidad. “TOTALIDAD” en la entrega de la persona, en cuanto ella es poseedora de un proyecto vital completo, implica necesariamente totalidad temprana. Una entrega sujeta a periodos de tiempo no es una entrega total, pues se reservaría voluntariamente uno o varios restos del despliegue de su vida al margen de ese amor esponsal. B. La indisolubilidad es exigencia de los fines del matrimonio Por lo que hace referencia al fin primario del matrimonio, la indisolubilidad se presenta como clara exigencia; el cuidado y la educación de los hijos reclama que los esposos permanezcan siempre unidos, ya que los hijos son un bien común del marido y la mujer, y requieren una continua solicitud paterna y materna. La familia bien integrada es la comunidad natural más enriquecedora de la persona 9.5 Amor y sexualidad El amor entre las personas que se aman, hemos dicho, ha de ser “integral”, es decir, ha de conjuntar un “todo interpersonal”, fundado en la mutua integración. Si. En un hipotética caso, el amor no trascendiera la mera subjetividad (en la que se manifestarían tan sólo las energías de la sensualidad y de la tendencia sexual), no podría decirse que alcanza el nivel personal, ni sería capaz aunque se diera el acto carnal de “unir” a las personas. Para que pueda “unir” verdaderamente al hombre y a la mujer y alcanzar su pleno valor personal, es precio que se apoye en la sólida afirmación del valor de la persona. 9.5.1 Transparencia del valor de la persona En toda relación esponsal es menester que el amor hombre- mujer se transparenta: todo acto que lo manifiesta ha de dejar ver el valor de la persona (repetimos: lo que entrega es la persona completa). Para el bien del amor, para la realización de su esencia, es preciso librarse de todo aquello que empequeñezca, que oscurezca o denigre el valor de la persona (“te quiero a ti, no a las cosas; a ti, no a lo que tu me das”). El amor tiene por objeto a la persona de sexo diferente, no su sexo. El objeto propio del erotismo, la concupiscencia, el placer carnal miran de modo directo al sexo, no a la persona. 9.5.2 El placer sexual como peligro moral Todo placer, por su misma estructura, es un fenómeno sensible, un sentimiento de realización (y, por tanto, de alegría y goce) que acompaña a una actividad a la que vuelve, por eso mismo, atrayente, apetecible por adelantado, y cuya finalidad facilita; por ejemplo, el placer de comer un apetitoso platillo. El amor carnal (es decir, el amor nacido de la sola concupiscencia del cuerpo) no abarca los valores que ha de poseer el amor de la persona. Pues el solo amor carnal cambia el objeto del amor: sustituye con “el cuerpo y el sexo” de una persona a la persona misma. Los valores de la persona, esenciales en el amor, son reemplazados por los valores sexuales, que llegan hacer centrales. 9.5.3 la esencia de la virtud de la castidad La esencia de la castidad consiste en realzar el valor de la persona frente a los valores del sexo. Por ello, no es una virtud negativa (una serie de “no”), si no al contrario: un rotundo “si” al que, inseparablemente, vienen unidos los “no”. El desarrollo insuficiente de la castidad se manifiesta en una tardanza o en una discapacidad en afirmar el valor de la persona, dejando la supremacía a los valores del sexo que, al apoderarse de la voluntad, deforman la actitud respecto a la persona del sexo opuesto. 9.5.4 Trascender el egoísmo en la relación conyugal íntima El egoísmo es la actitud opuesta al amor, impide ver al hombre en el otro. Por contraste, el amor lleva a la convicción de que “otro” es más importante que yo. El amor define el grado de cualidad y armonía que acompaña a unas relaciones conyugales, pues hace posible comprender los estados del alma y la situación física y emocional de la contraparte. 9.5.5 El uso de la sexualidad fuera del matrimonio En la fornicación la unión sexual en lugar de ser la expresión irreversible de una persona hacia otra resulta sólo el desahogo de la pasión o la búsqueda erótica del placer. La función sexual logra su verdadero sentido y su rectitud sólo en el matrimonio legítimo. Lo que corcentan el esposo y la esposa e precisamente eso: el derecho y deber del coito carnal. Cualquier relación sexual fuera del legítimo matrimonio contraviene el orden ético natural, resultado un atentado contra el mismo creador de ese orden y, en definitiva, un grave pecado. A. Compromiso (propiedad del noviazgo equiparable a la propiedad de la UNIDAD en el matrimonio) Como el noviazgo habla de intencionalidad hacia el futuro, conlleva al aspecto de fidelidad a un compromiso, la sujeción libre a unos deberes, una voluntaria atadura. Es un compromiso que ha de saber conciliar la definitiva con la prueba, es decir, ha de medir la capacidad de vivir “en exclusiva” para el otro. B. Estabilidad (propiedad del noviazgo equiparable a la propiedad de I NDISOLUBILIDAD del matrimonio) El amor conyugal es amor “fiel” y “exclusivo” hasta la muerte. Así lo conciben el esposo y la esposa el dia en que asumen libremente y con plena conciencia el empeño del vínculo matrimonial. Para llegar a esta madurez, se ha de aprender antes la lección en la escuela del noviazgo. 9.6.2 La elección en el noviazgo Antes de concluir este inciso sobre el noviazgo, haremos algunas consideraciones sobre lo que podríamos llamar “psicologia de la elección” A. El equilibrio El amor es inaccesible a los seres impenetrables: sólo la interioridad de las personas crea condiciones de reciproca penetración, en la cual estos seres pueden vivir uno en el otro y tambien el uno para el otro. B. La atracción física El amor esposar conyeba de modo insepoarable el aspecto sexual, resulta difícil imaginarlo sin que intervenga de algún modo la elección de atracción física. C. El valor de la persona El hecho de la elección de la persona amada este dictada no solo por los derechos sexuales, si no tambien y sobre todo por los valores de la persona, da al amor pertenencia y estabilidad. Porque si los valores sexuales se transforman incluso si desaparecen el valor esencial el de la persona subsiste. 9.7 El pudor garante del valor de la persona El pudor sexual es, pues, la natural tendencia a ocultar los valores sexuales en la medida en que ellos constituyan en la conciencia de otra persona un “objeto posible de placer”. Este tipo de pudor sigue en los jóvenes y en las mujeres un camino distinto al que toma en los hombres. El pudor es así la tendencia, exclusiva del ser humano, a esconder sus valores sexuales en la medida en que serian capaces de encubrir el valor de la persona. Es un movimiento de defensa de la persona que no quiere ser “objeto de placer”, ni en el acto, ni en la intención, si no que quiere, por el contrario, ser objeto de amor. 9.8 Algunas cuestiones concretas Haciendo un paralelismo en el modo como hoy se afronta la sexualidad. 9.8.1 homosexualidad Designa relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo, tanto si esta tendencia llega a expresarse en un acercamiento sexual como si no. Si debe distinguirse, no obstante, entre: A. Homosexualidad ocasional o falsa B. Homosexualidad verdadera 9.8.2 Masturbación Consiste en darse a sí mismo, de modo solitario, el placer sexual, a través de la excitación voluntaria de las partes genitales. La masturbación resulta, por su misma naturaleza, una contradicción al significado de la sexualidad como expresión de amor y de fertilidad. La sexualidad es un misterio de amor y de vida. El acto de placer solitario no se despliega hacia otro ser humano en el que se manifiesta su amor, ni tampoco abierto a la procreación de una nueva vida. 9.8.3 Prostitución Conviene precisar que si bien la culpabilidad del cliente completa jamás un cuerpo humano ha de ser objeto de transacción, puede ser diferente la culpabilidad de la prostituta cuando está enteramente bajo la dependencia de un proxeneta que vive a sus expensas. 9.8.4 Impudencia y medios de comunicación El problema de la castidad y el pudor sexual se plantea en una dimensión: el de su trivialización por los medios de comunicación social invadidos de erotismo. Nos referimos no sólo a las numerosas ediciones televisadas en las que se ostentan la desnudez y semi-desnudez (especialmente femenina), sino también a aquellos planteamientos en los que se saca a la luz la vida intima de las estrellas u otras personalidades, manifestando sus experiencias eróticas y sus vicios (el alcohol, la droga, la homosexualidad, etc.) 9.8.5 El SIDA como interrogante moral En virtud de que en su origen se manifiesta como enfermedad exclusiva de homosexuales y de que luego un altísimo porcentaje de enfermos resultan contagiados por los factores contagiados por los factores señalados se sigue la conclusión de que este mal procede básicamente por patrones de comportamiento. Patrones desviados: la naturaleza pasa factura cuando se actúa en contra de ella. El remedio profundo para la solución de este mal se encuentra en las mismas causas que lo originan. Dejando las palabras de Ronald Reangan entonces presidente de los estados unidos: tanto como la medicina como la moral enseña los mismos sobre la prevención contra el sida. |