El artista Rafael Zamarripa Castañeda compartió sus anécdotas de vida, en la Pinacoteca Universitaria, como parte de la semana de las artes visuales que organiza la Universidad de Colima.

El también coreógrafo describió su infancia y los momentos más importantes en su vida como escultor, ante un público integrado principalmente por jóvenes. “No soy un científico ni estoy para dar conferencias, sino para el conocimiento, por eso preferí llamarle a esto que tengo con ustedes conversatorio, para ser cuestionado por ustedes y entablar una conversación”.

Zamarripa dijo haber conocido de vista al pintor Diego Rivera cuando él tan sólo era un niño. Añadió que le hubiera gustado hacerle muchas preguntas “para obtener sus conocimientos”, así que insistió a los estudiantes a que lo cuestionaran, sin compararse con el gran muralista, aclaró.

Recordó que su padre, en su natal Guadalajara, solía tocar el clarinete y su madre el piano, por lo que la música siempre estuvo muy presente en su vida. Sin embargo, su primer acercamiento con el arte fue con la pintura cuando era un niño, pues desde su cuna pudo “identificar el olor del color cuando se va creando con el aguarrás y el aceite de linaza”.

Entró a la escuela de arte a los 16 años, como oyente, ya que por su edad no podía ser admitido. Estudió pintura al principio, pero cuando lo invitaron a ver el taller de escultura dijo: “ya no vuelvo ni por mis pinceles. Me quedé aquí y no volví al salón de pintura”.

Participó en un concurso de escultura con una terracota; ganó el concurso y los jueces lo llamaron “niño genio… y yo me la creí”. Pocos meses después de haber ganado el concurso se dio cuenta de la personalidad que tenía y así descubrió que quería ser escultor.

Para él, el estudiante de arte tiene preocupación por encontrar una personalidad. “Siempre he tenido esos momentos; muchas veces dejo de bailar para dedicarme a la escultura, porque la escultura es mi pasión; el artista se encontraba inseguro de ser escultor, pues deseaba ser un extraordinario dibujante, ya que del dibujo depende la solución de mi escultura”.

Y agregó: “Siempre tuve encrucijadas de decir: ‘¿voy a ser escultor? ¿Voy bien por este camino? Con estas formas de estilizarlas, al labrarlas, ¿estaré en lo correcto o no?’ La necesidad es la que te obliga a hacer las cosas y encontrar nuevos conceptos”.

Dijo también que “demostrarle a la sociedad que era un joven genial no era mi principio ni debe serlo de nuevo. Lo que se debe buscar es encontrar la manera de decir lo que se quiere, y decirlo cueste lo que cueste”.

Para cerrar el conversatorio, Zamarripa pidió a los artistas en formación “que se apasionen, que se escarben, que se hieran hasta que sangren y digan qué fregados estamos haciendo aquí. Tenemos que lograr lo que queremos, la mediocridad, nunca”.