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La gran maestría

La gran maestría



19 de junio de 2016 19:28:38 horas

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Hablar de amor es tan redundante y resbaladizo como la sociedad lo ha hecho creer. Hemos aprendido en esta cultura que el amor es dolor, que amar es sufrir. Y cómo no serlo, si la ideología de la que parte es, que somos seres incompletos en búsqueda de nuestra otra mitad que nos de todo el amor que anhelamos. La búsqueda se torna dolorosa con cada encuentro que tenemos, porque ambas partes de la pareja se sienten carentes de amor y necesitados de que alguien que los llene y los complete.

El error está en creer que puedes darle la felicidad al otro, o que alguien va a darte la felicidad a ti. Pues solamente puedes dar aquello que posees. Es absurdo creer que vas a conseguir la felicidad porque alguien fuera de ti, te la obsequia. El amor, la felicidad, emergen del interior, son estados del ser, que uno mismo crea y construye en la medida en la que somos conscientes de que nuestras reacciones son las que nos hacen felices o desdichados. Nadie más.

Por eso es importante aprender a conocerse uno mismo. Entender que nuestras creencias transforman la realidad que vivimos. Y que por supuesto influyen, en cada decisión que tomamos. Cada creencia nos lleva a comportamientos específicos. Somos la causa y no el efecto de nuestro mundo. Si deseamos reacciones diferentes, tenemos que trabajar sobre nuestras creencias para que produzcan acciones distintas.

Cada persona es como es, porque es lo que cree de sí misma lo que le da la percepción. Cada persona vive su propio sueño, en su manera de interpretar y actuar su realidad. En una pareja existen dos sueños personales, que juntos, crean a su vez un sueño compartido. Y si el sueño se origina en la creencia del miedo, miedo a ser herido, por ejemplo, la pareja se mentirá a sí misma, tratando de mostrar una imagen que encaje en las expectativas del otro. Hasta llegar al punto de sentirse infelices, culpar a la pareja por ello y en el mejor de los casos, terminar la relación.

Nos cuesta trabajo entender que las personas somos libres, al igual que el amor. Que una pareja es para compartir lo que tenemos, no para demandar lo que carecemos. Amor es acción, y es lógico pensar que quien ama quiere dar lo mejor a la persona que ama. Y lo mejor que tenemos aparte del amor, es la libertad de ser y hacer. Así cada pareja elige consciente o inconscientemente la base sobre la que construir su relación.

Aprendamos a ser responsables por nuestras decisiones. No exijamos que nuestra pareja nos de la felicidad, antes bien, seamos nosotros seres felices, para atraer así más felicidad. Ya que quien se corresponda con esta emoción, a nosotros se acercará, libremente. Y quien no, pues entonces irá al encuentro de alguien que esté en su misma sintonía. Esto será secundario, claro, pues una vez que descubrimos que somos seres amorosos y generosos, no necesitaremos desesperadamente alguien que nos de, lo que ya poseemos.

Avila, Soydeth. (2015). La gran maestría. Revista Vida & Mujer, 5 (68). Recuperado desde: https://issuu.com/revistavidaymujer/docs/revista_vida_y_mujer_abril_2015_web