¡ME ama, me lo dijo ayer! Si apenas lo conocí la semana pasada, pero me trata bien; además, siento bonito cuando me habla. Seguro es el amor de mi vida. ¡Cuidado! No sólo deshojando margaritas es como se puede tener seguridad de estar entregando el corazón a la persona correcta. El verdadero amor surge y es posible después de que con tiempo, trato y conciencia se forja un compromiso mutuo, cuando los dos miembros de la pareja tienen un objetivo en común. Lo que hoy en día la gente suele llamar “amor” es básicamente atracción química, anhelos por llenar vacíos emocionales o un encaprichamiento, una ilusión de cuento de hadas; deseo no es amor. Lamentablemente existen personas que a veces, sólo después de muchos fracasos (incluso divorcios) pueden tomar conciencia de eso, después de mucho daño. Hay un proceso para conocerse mutuamente y crear la posibilidad de una vida en pareja. Debemos de ser escrupulosos, no confundirnos y crear una vida sólida, juntos más allá del deber y con alegría en el querer. El noviazgo para eso es; es más, se pueden tener varios enamorados (as) o quizás novios (as) –uno a la vez, por favor, para no sumar confusiones y faltas– antes de decidir crear un compromiso serio y responsable. Pero una vez que se asume un compromiso, entonces es cuando se inicia la etapa de construcción de lo que en verdad es amar; medir con tiempo si en verdad pueden juntos crear una alabanza a Dios, claro, siempre y cuando la castidad consciente y voluntaria esté en la fórmula. Entregarse sólo por anhelo o por atracción puede dar sensaciones de placer, más no finca cimientos y no significa que por eso se esté adquiriendo un compromiso de alma. Creer que dar la famosa “prueba de amor” es motivo suficiente para establecer un compromiso y que de una entrega carnal surge una obligación, es una falacia y eso no es amor. Por eso, cuando nos apresuramos y entregamos el cuerpo a la pasión (ya sea por espejismo de amar, para no perderlo (a) o, peor aún, para atraparle), antes de tener un conocimiento profundo de la persona, un objetivo en común y un compromiso adulto, pues pasa que hay personas infelices, fingiendo y exigiendo amor, enamoramiento y respeto por obligación, viene el vacío de saber que no somos amados y que tampoco amamos. Juntos por obligación, por deber, por intereses mutuos, por los hijos engendrados, por dar satisfacción al buen nombre social y otras causas equivocadas; amar es dar testimonio de Dios en alegría, fe y armonía. Aquellos que se decepcionan del amor, quizás se conviertan en seres duros, desconfiados y hasta crueles. No quiero que a ti te pase lo mismo. Si tú tienes la convicción de querer andar tu vida adulta compartiendo en pareja, entonces fíjate en el nivel de compromiso e intenciones de tu compañero (a). Te invito a innovar la manera de medir si estás en tierra segura para amar; no dejes que sólo las mariposas en la panza sean la guía. Pregúntate: ¿Con qué frecuencia piensa en mí? ¿Una vez por día, una vez por hora, una vez por minuto? Esto se refleja en actos concretos (notas, llamadas telefónicas, pequeños actos de bondad, regalitos, etcétera). ¿Es recíproco? ¿Se buscan sin querer poseer, controlar y sin celar? ¿Sabe qué es lo que te hace sentir alegre y triste? ¿Respeta tus sentimientos? Si ese alguien con quien pretendes estrechar cercanías no te conoce, ¿cómo va a amarte? Cuidado, puede ser obsesión. ¿Sabe escuchar? No confundas los halagos sensuales con el respeto. La próxima vez que hable contigo, cierra los ojos y escucha su voz: ¿Es una voz de amistad, de bondad, de compasión, o es solamente una voz de lujuria? No dejes que la atracción física te perturbe el buen juicio. ¿Le interesa tu historia familiar? ¿Le importa conocer a tus padres y llevarte a su casa para que conozcas a los suyos? ¿Te habla de sus objetivos, de sus sueños, de sus aspiraciones? ¿Te parece que está más orientado hacia lo material o hacia lo espiritual? ¿Te sientes identificada con su forma de pensar? ¿Estas incluido (a) en sus planes sin que tú le digas nada al respecto? ¿Acaso es amable y considerada (o)? ¿Es una persona serena, decente, confiable, recatada? ¿Viene de una familia con relaciones interpersonales sanas? ¿Sientes que ustedes dos tienen un objetivo en común? Al elegir un compañero (a) de vida, es mejor usar el cerebro que el corazón. Para poder tomar una decisión, tienes que conocerle bien, sobre todo conocerte bien a ti. En la medida en que tú te respetes y aceptes, es en la medida en que serás medido. Si te das cuenta de que la otra persona solamente te está usando para pasarla bien, entonces ¡adiós y hasta nunca! No permitas que expresiones de “amor de cafetería” te hagan girar la cabeza. Tu energía amorosa es un valor al nivel del mayor tesoro, es tu alma mostrada al desnudo… y la miel, querido (a) amigo (a), no es para que se mezcle en el lodo de un chiquero. |