Por: Dr. Arq. Francisco Javier Cárdenas Munguía, Dr. Arq. Martha Eugenia Chávez González, Dr. Arq. Reyna Valladares Anguiano y M. C. María del Carmen Patricia Fernández del Valle Faneuf Resumen: En la actualidad, con los avances técnicos y tecnológicos, sumados al proceso de globalización, hipotéticamente se crean las condiciones para facilitar el desarrollo de la sociedad, para elevar la calidad de vida, es decir, para lograr la realización humana en toda su extensión, desde el individuo hasta el conjunto social. Pero ¿qué se entiende por la calidad de vida? ¿Cuáles son los factores que se relacionan con ella? y, sobre todo, ¿Cuáles y cómo inciden en el comportamiento de la responsabilidad compartida en los distintos espacios de la ciudad de Colima? En el presente trabajo se parte de un concepto en un sentido amplio, de calidad de vida, se identifican los factores que inciden en la conducta social responsable, eje central de nuestro estudio, identificando aquellos componentes que determinan la responsabilidad compartida en los espacios de encuentro vecinal, para ello, primero se plantean algunos aspectos teóricos, se caracterizan y clasifican los espacios de congregación vecinal en los cuales se analizan el tipo de vialidad predominante, el uso de los espacios comunes, la sociabilidad y solidaridad, los problemas vecinales y de inseguridad, así como la satisfacción de habitar en esos lugares. Se contrastan dichos espacios con un barrio tradicional de la ciudad de Colima en donde se revisan con mayor detalle aspectos como los usos de suelo, la fisonomía urbana, la permeabilidad, los niveles de identidad y, sobre todo, los cambios que perciben sus habitantes en su entorno, a raíz de las adecuaciones de la ciudad a una vida con nuevos hábitos de consumo. Los autores, son doctores en arquitectura y profesores investigadores de tiempo completo en la Universidad de Colima, Francisco Javier Cárdenas Munguía, Martha Eugenia Chávez González y Reyna Valladares Anguiano, y la M.C. María del Carmen Patricia Fernández del Valle Faneuf, es profesora por asignaturas en la Universidad Autónoma de Yucatán.
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EN BÚSQUEDA DE LA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA EN LOS ESPACIOS DE CONGREGACIÓN VECINAL
Dr. Arq. Francisco Javier Cárdenas Munguía,
Entendemos como calidad de vida a las condiciones físicas y psicológicas de los seres humanos tendientes a su desarrollo integral. En este sentido, lo esencial de la calidad de vida es la búsqueda de un sentido genuino de la existencia humana, orientada a la realización humana o felicidad social y de cada de una de las personas, que conlleva evidentemente los componentes de cultura y percepción humana, en tiempos y espacios específicos.
Considerada la calidad de vida de manera diacrónica en los asentamientos humanos, ésta ha tenido que ver a lo largo de la historia con múltiples factores sistémicos y cambiantes del entorno natural, el hábitat antropogénico y las relaciones socio-económicas de los pobladores, con posibilidad de ser analizada en sus diversas escalas territoriales, dígase región, ciudad, pueblo, barrio u hogar.
En esta disertación pretendemos analizar un componente esencial de la calidad de vida que es el comportamiento de responsabilidad compartida, ocurrida en los espacios de congregación vecinal de la zona conurbada de Colima Villa de Álvarez. Para ello incursionamos en algunos factores coligados con la conducta de responsabilidad social como son el entorno natural y el hábitat urbano; consientes que habría que evaluar otros factores más para tener una visión integral de la calidad de vida, como la disponibilidad equitativa de bienes y servicios, el disfrute equitativo de entornos de calidad y la percepción de realización comunitaria.
Para comprender esto, se incluye a continuación una tabla con todos los factores que consideramos son determinantes de la calidad de vida en los barrios, marcando con pantalla gris más fuerte la temática de conducta social responsable, materia esencial en esta disertación que ha sido estudiada en todos los casos presentados. Se indica con textura de menor intensidad la temática de percepción comunitaria, considerada sólo en un barrio céntrico, donde son ostensibles esos factores.
Tabla 1. Factores determinantes de la calidad de vida en los barrios
Fuente: elaboración propia
Los espacios de encuentro vecinal agrupan viviendas unifamiliares o plurifamiliares en territorios de uso común, cuyas características normativas, de diseño interno y su conexión vial con el entorno urbano ofrecen a los vecinos opciones diversas de congregarse. Los instrumentos físicos, psicológicos o legales y la organización que se establece permiten a los usuarios de esas áreas comunes, controlar y ejercer responsabilidades compartidas en su uso y mantenimiento.
La responsabilidad compartida es la libre decisión de cada uno de los integrantes de una comunidad para actuar conforme al bien común. En el caso de los espacios abiertos que agrupan viviendas, la proximidad geográfica de los vecinos facilita que ellos usen y le den mantenimiento y calidad paisajística a esos espacios comunes, también existe la posibilidad de ejercer una vigilancia con su presencia, y de solidarizarse con el grupo en caso de requerir algún tipo de auxilio. Además los usuarios al hacer un uso frecuentemente de esos espacios, propician un mayor conocimiento, confianza entre ellos y desalientan actos ilícitos. En contraste también pueden ocurrir conflictos vecinales o de inseguridad social, debido a múltiples factores endógenos o exógenos, situaciones que se han detectado en trabajos recientes como el de Juárez Martínez (2007), Valladares Anguiano (2006),) o el de Ochoa Paz (2005).
De acuerdo a Höffner, solidaridad humana (1984) significa un estar unidos y obligados en colectividad. Este valor se forja inicialmente en la personalidad de los individuos y se consolida en la participación social responsable. Así, esta participación se convierte en un medio y un fin para lograr el desarrollo, equitativo y autogestivo de las comunidades.
Teilhard de Chardin ha planteado que los humanos somos sociales por naturaleza y que la conducta de solidaridad conlleva la realización o felicidad genuina de las comunidades (citado en Valdeverde, 1996: 355). Apoyados en esa afirmación, entonces el diseño urbano debería tener como meta propiciar la conducta de congregación interfamiliar y responsabilidad social en la conformación de los vecindarios, al mismo tiempo de establecer entornos naturales y antropogénicos satisfactorios a los usuarios, ya que todo esto puede contribuir a la calidad de vida individual y comunitaria.
A partir de la década de los ochenta, en las ciudades de Colima y Villa de Álvarez se ha acelerado la edificación de viviendas agrupadas en espacios abiertos, donde los colonos pueden convivir, ejercer responsabilidad compartida y donde también suceden actos contrarios a lo que señala Höffner. Esta modalidad de agrupamientos habitacionales representa una tercera parte de los lotes de las ciudades, por lo que es pertinente identificar ventajas y desventajas. Por otro lado, en barrios céntricos con características fisonómicas propias se observa que se está perdiendo la tradicional sociabilidad.
En este trabajo se mostrarán los resultados de las investigaciones actuales realizadas en Colima-Villa de Álvarez para barrios de vivienda unifamiliar con espacios de congregación vecinal[2]; además del estudio hecho en un barrio antiguo cercano al centro histórico[3], contrastado con cuadras donde existe tránsito vehicular de paso y carentes de ese tipo de espacios vecinales. En todos los casos el énfasis del análisis es en el comportamiento de responsabilidad social contrapuesto con el de inseguridad social y molestias vecinales, tratando de correlacionar las características y el comportamiento de los habitantes con la morfología de los espacios urbano-arquitectónicos y algunos factores del entorno natural; a fin de inferir reflexiones teóricas correlacionadas al diseño del entorno que sean de utilidad a la academia y que posteriormente deriven en lineamientos de diseño urbano que incidan en los modos de vida social, para ser gestionados ante las autoridades locales y promotores del ramo de la vivienda, con el fin de lograr una mejor calidad de vida en los barrios existentes y en los de planeación futura.
Iniciaremos esta disertación con las indagaciones realizadas para los barrios de tipo unifamiliar en espacios de congregación, que en su mayoría son contemporáneos.
LOS BARRIOS CON ESPACIOS DE CONGREGACIÓN VECINAL
La metodología seguida en el proceso de la investigación de estos conjuntos habitacionales fue determinar, primero, las diversas tipologías de los espacios abiertos compartidos en agrupamientos de vivienda unifamiliar que se presentan en el caso de Colima-Villa de Álvarez, luego se realizaron encuestas para indagar la percepción de los vecinos sobre aquellos aspectos positivos de sociabilidad (conocimiento interfamiliar y uso de los espacios comunes) y solidaridad (confianza y apoyo ínter vecinal), asociados al espacio antropogénico y las características ambientales; asimismo se hicieron exploraciones de comportamientos negativos como conflictos vecinales (altercados, molestias por ruidos y desaseo de áreas compartidas) e inseguridad (robos, graffiti y accidentes viales); además se realizaron levantamientos dirigidos a indagar la morfología de los agrupamientos de vivienda y el estado físico de los espacios compartidos.
Se encontraron cuatro grandes tipos de conjuntos habitacionales que fueron: privadas cerradas[4], privadas abiertas[5], conjuntos terminados[6] y vialidades de acceso restringido[7], a la vez estos los subdividimos en 10 subtipos. Para determinar los modelos se tomo en cuenta la morfología del área común abierta, el tipo de control para ingresar a los conjuntos, las particularidades socio económicas de los habitantes y de diseño urbano, así como la estructura vial interna.
Tabla 2. Datos básicos de los conjuntos habitacionales
Fuente: Elaboración propia con base en levantamientos de campo
Los tipos de agrupamientos que más abundan en la zona analizada son las vialidades de acceso restringido con una proporción de 70%, le sigue en orden descendente las privadas abiertas con 19%, luego figuran los conjuntos terminados con un 7% y finalmente el menor número de casos lo ocupan las privadas cerradas con un 4%.
Un poco más de la mitad (54%) de los residentes utilizan los espacios comunes. El uso de esos sitios va incrementándose desde un mínimo en las privadas abiertas (49%), luego va incrementándose en las privadas cerradas (52%), los conjuntos terminados (54%), hasta llegar a un máximo en las vialidades de acceso restringido (57%); aun cuando estos últimos agrupamientos no tienen áreas comunes de congregación ex profeso. El motivo más importante de reunión en áreas comunes es conversar (73%) y muy en segundo término el juego (26%). El horario preferido para congregarse sucede cuando merman las responsabilidades y baja el calor, es decir por las tardes (78%) y algunos por la noche (19%).
Por otro lado, la intensidad de sociabilidad y solidaridad entre las familias residentes de agrupamientos de vivienda asciende conforme se incrementa la antigüedad en la vivienda actual y desciende el nivel socio-económico de los vecinos. En los tipos de conjuntos terminados, que son de los extractos medio y bajo, y de alta permanencia en la vivienda actual, se observan los índices más alto de gregarismo (conocimiento en las familias, visita entre los vecinos y uso de espacios comunes) y de fraternidad (confianza y apoyo otorgado entre los habitantes del conjunto). Esos niveles de sociabilidad y solidaridad van aumentando en las viviendas agrupadas en vialidades de acceso restringido, pertenecientes al sector medio con antigüedad media de vivienda, hasta languidecer en las privadas abiertas y privadas cerradas, características de los niveles socio-económicos medio y alto, y con poca permanencia en la vivienda actual. Es de valorarse la confianza vecinal expresada en todos los agrupamientos, pues el 50 % de los encuestados dijo tener un nivel alto de confianza y el 48% un grado medio.
Los problemas de relación vecinal que ocurren en los agrupamientos van ascendiendo conforme bajan los niveles de suficiencia en áreas de vivienda y descienden en los estratos socio-económicos de los vecinos. Los ruidos interfamiliares o de animales y la ausencia de limpieza en espacios comunes suceden con frecuencia entre los habitantes de conjuntos terminados y van disminuyendo esas irregularidades en los residentes de vialidades de acceso restringido, hasta mermar en las privadas abiertas o casi desaparecer en las privadas cerradas.
Los problemas de seguridad social siguen el mismo comportamiento que las irregularidades en las relaciones vecinales. Se presenta el mayor índice de robos y graffiti en los conjuntos terminados que, además, coincide con el menor control físico de acceso a los conjuntos, pero con la mayor dificultad para que transiten los agentes de seguridad en las vialidades peatonales. Va descendiendo el índice de inseguridad en las vialidades de acceso restringido, privadas abiertas y privadas cerradas, que son, estos últimos, los lugares con mayor control de acceso. En las vialidades de acceso restringido y las privadas cerradas es fácil o asequible el tránsito de patrullas de seguridad.
Los accidentes viales que tienen lugar en los agrupamientos de viviendas unifamiliares están relacionados con la intensidad de tránsito restringido e inducido por el diseño vial y por el nivel socio-económico de los residentes. Los choques y atropellamientos viales ocurren con más incidencia en los conjuntos terminados, luego descienden en las vialidades de acceso restringido; muchos de estos agrupamientos no evitan totalmente el tránsito vehicular de paso. Siguen descendiendo los accidentes viales en las privadas cerradas y privadas abiertas; en estos lugares se evita el movimiento de vehículos externos al vecindario.
Ahora bien, ¿cómo percibe la gente su lugar de residencia? Los habitantes de todos los tipos de agrupamientos identificados manifiestan que su mayor satisfacción de vivir en el sitio actual es la seguridad (35%), siguiendo en orden de prioridad la razón convivir con vecinos amables (25%), ocupar viviendas adecuada (21%) y, finalmente, la de contar con espacios comunes adecuados (19%).
En cuanto a metas familiares auto planteadas (relacionadas con aspectos económico, espiritual, salud y vivienda) es de resaltar en la gran mayoría de los casos la percepción de que la situación mejora (72%), en una tercera parte es estable (27%) y en muy pocos residentes empeora (1%). Esta percepción de los encuestados nos hace pensar que los habitantes tienen una buena satisfacción en cuanto sus logros de vida.
La situación ambiental que priva en las áreas compartidas no es muy buena, de acuerdo a los vecinos, ya que señalan la necesidad de mejorar las áreas verdes, su limpieza, control de ruidos molestos al vecindario y promover una mayor conciencia ambiental.
Con relación al mantenimiento de la infraestructura urbana y la limpieza de áreas comunes es manifiesto el buen estado físico de las privadas cerradas. En contraste, las vialidades de acceso restringido acusan el peor mantenimiento de los espacios comunes. Tanto los conjuntos terminados como las privadas abiertas presentan estados físicos de calidad intermedia en sus sitios de uso comunitario.
Haciendo un análisis de los datos podríamos afirmar que la responsabilidad compartida, parte esencial de la calidad de vida, acontece en mayor o menor medida en los casos revisados. Veamos qué pasa con cada uno de los componentes de la responsabilidad compartida, en las diversas tipologías de espacios de congregación vecinal.
Mientras en las privadas cerradas y abiertas encontramos un nivel de sociabilidad medio (54% y 53% respectivamente), en las vialidades de acceso restringido y en los conjuntos terminados esa conducta se incrementa hasta más de dos terceras partes (63 y 79%). Ocurre algo similar con la solidaridad vecinal, ya que el nivel es mínimo en las privadas cerradas (14%), es de grado medio tanto en las privadas abiertas (44%) como en las vialidades de acceso restringido (53%), mientras que se manifiesta con el mayor nivel en los conjuntos terminados (61%). Los conflictos entre vecinos acontecen en menor medida en las privadas cerradas (1%) y se va incrementando en las vialidades de acceso restringido (39%) hasta maximizarse en los conjuntos terminados (66%). La inseguridad social sigue el mismo patrón que los conflictos citados, es mínimo en las privadas cerradas y abiertas (8% y 8%) y se triplica en las vialidades de acceso restringido (25%) y un poco más en los conjuntos terminados (36%). Por otro lado el mejor nivel de mantenimiento de los espacios comunitarios ocurre en las privadas cerradas (bueno), le siguen las privadas abiertas (bueno y regular), ocupando los niveles más bajos de mantenimiento los conjuntos terminados y las vialidades de acceso restringido (bueno, regular y malo).
En síntesis podemos afirmar que en las vialidades de acceso restringido y en los conjuntos terminados se logran los niveles más altos de conductas de sociabilidad y solidaridad, auque ahí también sucede más frecuentemente conflictos entre vecinos e inseguridad social y los espacios compartidos no son de la mejor calidad. En las privadas cerradas y abiertas ocurre lo contrario tanto en conducta social, donde los niveles de sociabilidad y solidaridad son los más pobres, aunque son mínimos los problemas entre vecinos y la inseguridad social, ahí mismo los espacios de congregación tienen características de la mejor calidad. A pesar de los contrastes manifiestos en situaciones físicas y sociales de los diversos entornos, la mayoría de los residentes percibe una buena satisfacción en cuanto a logros de vida que se han planteado, además de gozar buen nivel de confianza con sus vecinos.
La mayoría de los conjuntos habitacionales hasta ahora presentados son desarrollos contemporáneos, donde la fisonomía urbana y las costumbres sociales son propios de esas circunstancias. A fin de contrastar esa información con entornos urbanos legendarios, presentaremos a continuación la indagación realizada en el barrio céntrico de Colima llamado San José, zona que se estudió entre 2005-2006.
EL BARRIO DE SAN JOSÉ
El barrio de San José está emplazado al noroeste del centro histórico de Colima, aún presenta características propias de la arquitectura y el urbanismo tradicional que le permiten tener una identidad en su paisaje y modos de vida social, además contiene espacios permeables entre los entornos público y privado, lo que representa una oportunidad para entender el proceso de gestación de esas particularidades y generar un marco conceptual y estratégico para inducir al conocimiento, sociabilidad, seguridad e identidad de las comunidades vecinales, a fin de ser incorporados en proyectos de urbanización nueva o de renovación urbana.
Hoy en día podemos observar en la utilización del suelo una gran variedad de tamaños, formas y usos de lotes que está relacionado con las diversas características de los pobladores que han ocupado el barrio durante casi dos siglos. Por ejemplo, en lo referente a las viviendas identificamos que actualmente dos terceras partes de las casas son modestas (68%), ya sea con diseño tradicional compacto (33%) o moderno popular (35%); una quinta parte de las casas son de tamaño medio con disposición contemporánea y diseñadas por profesionales de la construcción (21%); y pocas casas son grandes (11%), ya sean de tipo tradicional con patio (9%) o modernas (2%), éstas últimas atienden los criterios establecidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El 45% de los predios son de uso mixto mientras que el resto es ocupado por viviendas.
En nuestros días, la generalidad de la fisonomía de las edificaciones terminan en remates superiores (92%), son en orden de importancia cornisas rectas y alegorías (39%), marquesinas (31%) y techumbre de teja (25%). Alrededor de una tercera parte de las fachadas conserva el legendario guardapolvo (35%). Perduran algunas fachadas singulares con columnas terminales en las esquinas de las manzanas como la de Torres Quintero y 5 de Mayo.
Respecto a la permeabilidad urbana poco más de la mitad de los paramentos en planta baja y alta tienen una disposición abierta (55%); establecida los de planta baja por puerta-ventana (37%), zaguán (10%) o portón-reja (8%); mientras que en planta alta la mayoría de los salientes lo constituyen los balcones aislados o corridos (57%), le siguen las extensiones de terrazas cubiertas o abiertas (22%), y en último término están los toldos o marquesinas (15%). Una cuarta parte de las terrazas está provista de vegetación. Resalta aquí la gran cantidad de espacios arquitectónicos permeables como zaguanes, puertas ventanas, portones enrejados, terrazas y balcones, que fueron tradicionales en Colima, pero que poco a poco se están perdiendo.
Podemos decir que en el barrio de San José existen diferentes escalas territoriales de identidad y a veces superposición en los paisajes característicos de ahí. Hasta aquí, la mayoría de los elementos de fisonomía urbana anteriormente descritos son propios de una escala más amplia del vecindario, que incluye muchos sectores del centro histórico de Colima; pero realmente los elementos privativos del paisaje urbano en nuestra pequeña área del barrio de estudio son otros como: el templo de San José, los mercados “Pancho” Villa y Manuel Álvarez, los puentes Zaragoza y Torres Quintero, algunos parajes significativos como las oficinas de la Comisión Federal de Electricidad y los pequeños negocios más visitados, incluyendo a Don Manuel, el popular vendedor ambulante de nieves, “montado” habitualmente sobre un carruaje de motocicleta en el mismo paraje por la calle Torres Quintero.
La vida social de los pobladores de San José ha pasado por muchos vaivenes. Las actividades sociales ocurridas en tiempos y espacios comunes facilitaba que las familias y vecinos del barrio se encontrasen frecuentemente, todavía en la década de los sesenta se conservaba esas costumbres socializadoras, de acuerdo a la percepción de algunas familias avecindadas en San José, pero hoy por hoy están desapareciendo debido a los nuevos hábitos de incorporación al trabajo de más miembros de las familias, ver más televisión, incremento del flujo y velocidad vehicular por las calles asfaltadas del barrio, pérdida de la religiosidad, entre otros motivos (familias Águila Banda, González Manso, Gallardo Ochoa, Martínez Bonilla, Vázquez Martínez y Ochoa Rolón, 2006). Investigaciones realizadas en otras ciudades con incremento sustantivo de tránsito vehicular señalan que se han ocasionado impactos similares a Colima en lo referente a la reducción tanto de la interacción social como en el sentido de comunidad e identidad territorial (Fruin, 1987).
A pesar de lo anterior, el jardín de San José ha sido un sitio importante de congregación frecuente de los vecinos. La ubicación del jardín contigua al templo le ha dado vitalidad social, pues muchos feligreses se encuentran en el espacio abierto después de acudir diaria o semanalmente a las ceremonias religiosas, también se reúnen los vecinos para la catequesis sabatina o para participar en las festividades patronales, como las kermesses y audiciones musicales durante el novenario en honor a San José. También muchos vecinos acuden con asiduidad al jardín para jugar (los niños por las tardes), conversar, disfrutar del espacio verde o escuchar música viva del restaurante aledaño y abierto al espacio ajardinado (concurren principalmente jóvenes y adultos en las noches).
A decir de algunos avecindados del lugar, hace algunas décadas el jardín de San José era más visitado por niños, jóvenes y adulto; pero cada vez se ven menos niños y jóvenes en el barrio, los adolescentes prefieren divertirse en discotecas o centros comerciales, las kermeses son menos atractivas a los vecinos y cada vez la población acude menos al templo (familias Gonzáles Manso, Águila Banda, Vázquez Martínez, 2006).
Toda esa vida social intensa, inserta en la cultura genuina de la religión católica, que ejercitan la generalidad de los vecinos, no ha trascendido a la práctica y compromiso por una vida vecinal solidaria, por desgracia se ha quedado en actos de fe, litúrgica y fiesta. A pesar de que la reciente encíclica Deus Caritas Est (Dios es amor) del papa Benedicto XVI, ha dejado claro que lo esencial de la fe cristiana es el amor y éste debe hacerse visible en la vida personal, social y en las estructuras e instituciones sociales (en Gómez, 2006: 4), pero los hechos demuestran que la práctica no es así.
Las encuestas realizadas recientemente a los vecinos de San José indican que en lo general las familias tienen arraigo al barrio y aún guardan cierta sociabilidad y armonía vecinal. Alrededor de dos terceras partes de los hogares son originarios del barrio (67%) y tienen viviendo ahí más de diez años (72%). Existe un buen conocimiento entre la gran mayoría de las familias, donde se registran hábitos de visitarse, aunque sea eventualmente (88%). Resaltan los niveles alto y medio de confianza que guardan entre los habitantes del barrio (84%). Se han presentado conductas de diversos tipos de apoyo mutuo entre más de la mitad de las familias (60%). Son muy pocas las anomalías registradas entre los vecinos, como molestias por ruidos o riñas (16% de las familias). Los actos ilícitos no están exentos al vecindario, pues más de la mitad de los hogares han presenciado alguna vez robos, graffiti, drogadicción o vandalismo.
Por lo anterior podríamos inferir que en el barrio de San José la responsabilidad compartida, componente importante de la calidad de vida, en los espacios de congregación no es del todo bien, pues aun cuando existe un nivel alto de confianza vecinal, la sociabilidad y solidaridad ha tendido a disminuir.
REFLEXIONES FINALES
A manera de reflexión final haremos una comparación sobre aspectos físicos y comportamiento humano, de lo acontecido en viviendas agrupadas en torno a espacios de congregación donde se propicia la sociabilidad vecinal contra hogares emplazados en cuadras con tránsito vehicular de paso que no favorecen la socialización. En está última modalidad podríamos ubicar al barrio de San José, aun cuando se beneficia de un jardín vecinal frente a un templo patronal. Finalmente señalaremos algunos factores de diseño urbano y organización social encontrados en barrios colimenses que son inductores de vida social e identidad vecinal, que pudieran dar sustento a los lineamientos del paisaje orientados a la conformación de barrios nuevos o antiguos
Bajo el rubro de sociabilidad (conocimiento entre familias, frecuencia de visitas y uso de áreas comunes) se registra casi tres veces más gregarismo en los agrupamientos que en las cuadras, aun cuando en esta modalidad segunda en ciertos casos se tengan muchos años de residencia, como en el barrio de San José donde más del 70% del la población tiene residiendo más de 10 años, mientras que en los conjuntos unifamiliares solo ocurre en el 40% de sus habitantes.
En lo referente a solidaridad, es decir confianza y apoyo recibido o proporcionado entre vecinos, se observa un factor de fraternidad 1.5 veces mayor en agrupamientos que en cuadras.
Los problemas de relación vecinal, como pleitos, ruidos vecinales o de mascotas, desaseo en áreas compartidas, es un poco más de dos veces mayor en agrupamientos que en cuadras, esto sucede en razón de los modos de vida sui generis y proximidad física de los espacios.
En el análisis de la inseguridad, donde se presentan situaciones tales como robos, graffiti y asesinatos, se observó una tendencia a cometer ilícitos en más de dos veces en las cuadras que en los agrupamientos.
En términos generales, en las cuadras con calles de tránsito de paso existe menos sociabilidad, solidaridad y seguridad que en los agrupamientos con espacios de congregación vecinal. Por otro lado, debido seguramente a que en el primer caso no existe mucha interrelación entre vecinos, restringido por el movimiento automotor, se aminoran los conflictos vecinales con respecto al segundo caso. Podríamos concluir que en los barrios con espacios de congregación vecinal son más propensos a la responsabilidad compartida, quedando por cuidar las conductas sociales negativas. En la tabla 3 podemos observar con pantalla gris dónde predomina la conducta analizada
Tabla 3. Conducta social en viviendas agrupadas y en cuadras
Fuente: Elaboración propia con base en resultados de levantamiento de campo.
Hemos identificado en barrios cercanos al centro histórico y en muchos otros actuales algunos factores de diseño urbano y organización social que son inductores de vida social e identidad vecinal, que pudieran dar sustento a los lineamientos del paisaje dirigidos a la conformación de barrios nuevos o antiguos. Esos factores de valor se refieren a las temáticas de: clima confortable, modos de vida gregaria, espacios de vinculación social y paisaje urbano característico.
Clima confortable
Las actividades de reunión familiar o vecinal coinciden con las horas de mejor confort climático percibido por los usuarios, es decir por la tarde y noche, concurrente con los tiempos de menor ocupación laboral o escolar. El diseño de espacios públicos deberá considerar este horario preferencial de uso vecinal.
La vegetación predominante en espacios públicos y privados, además que ha proveído de paisajes bellos y propios, ha favorecido un clima agradable para la convivencia humana. Por ello cobra importancia la presencia de vegetación adecuada en los espacios de convivencia humana.
Los espacios con orientación favorable a la captación de viento y con menor insolación vespertina, como los zaguanes y pórticos que ven al oriente o sur-oriente, han propiciado la reunión comunitaria; sin embargo las fachadas que ven al sur poniente pudieran ser también utilizadas si son protegidas del soleamiento con vegetación apropiada.
Es importante que los materiales empleados en los pavimentos en sitios de congregación pública, como calles y plazoletas, no retengan la radiación solar que produce incremento de temperatura, como el asfalto utilizado en los pavimentos de las vialidades.
Modos de vida gregaria
Las actividades religiosas han sido motivo de encuentro entre los practicantes del mismo credo. También durante las principales festividades que se organizan en los templos se han congregado muchos vecinos. Muchas tradiciones religiosas se han dejado de promover, además el fomento de la religión no se ha estado realizando con una metodología acorde a la cultura regional contemporánea y está perdiendo su sentido genuino de compromiso de solidaridad y subsidiariedad en los niveles familiar, vecinal y ciudadano. Por tanto se requiere una vigorosa reestructuración de la acción religiosa, rescatando el espíritu primigenio del catolicismo, la fe debe cobrar valor en el amor in culturado en la vida cotidiana contemporánea.
El hábito de adquirir los productos de consumo cotidiano en los establecimientos de los barrios ha representado una oportunidad de conversar entre los conocidos del vecindario, en parajes como el mercado, los abarrotes o la tortillería, si bien existe una tendencia actual a conseguir semanalmente esos productos en las grandes cadenas de autoservicio. La legislación económica y urbana deben ser revisadas a fin de que, por un lado, se promueva en los barrios la creación de pequeños espacios de centralidad con servicios vecinales (equipamiento y mobiliario urbanos y comercios tales como guarderías, lavanderías, centros de cómputo, abarrotes, etc.) y que, por otro lado, las grandes cadenas de centros comerciales coadyuven al desarrollo local y no destruyan a los pequeños comercios barriales.
La disponibilidad de tiempo libre de alguna manera ha favorecido la convivencia familiar o vecinal, ya sea en entornos privados o públicos. Sin embargo en este momento la tendencia en la mayor parte de la familia es a ocuparse en actividades laborales o escolares, dejando poco tiempo para las actividades lúdico-culturales-gregarias. Por otro lado, los jóvenes prefieren divertirse frente al aparato televisor, en las grandes tiendas departamentales o en las discotecas. Además de proveer de facilidades para disponer del suficiente tiempo orientado a cultivar actividades de congregación humana, habrá que acondicionar los espacios públicos de los vecindarios para las actividades lúdico-culturales, incorporando mobiliario urbano atractivo para los usuarios potenciales, además de la programación de ese tipo de actividades.
Ha sido un acierto en barrios céntricos la riqueza de vida social originada por la mezcla de familias con múltiples características socioeconómicas, que ocupan lotes y fincas con diversidad de usos del suelo y tamaños de predios, ostensible esto en planos de lotificación y uso del suelo. Esta variedad debería manifestarse en los proyectos nuevos de urbanización o renovación urbana, específicamente en el diseño de loteo, uso del suelo, edificación y asignación de créditos para financiamiento de viviendas.
En los estudios se detectó la presencia de comités vecinales, éstos pudieran constituirse como un medio de organización comunitaria, orientados a promover la autogestión de los vecinos y consensuar mociones de beneficio social ante la autoridad municipal; sin embargo hoy por hoy se percibe necesario reactivar la organización y adecuar la normatividad de esos comités. Quienes dirigen esos comités deben ser capacitados en técnicas de liderazgo y formados en valores sociales para desempeñar esa distinción de servicio comunitario.
Espacios de vinculación social
En las calles que están teniendo mayor flujo vehicular en el barrio, por inducción de la pavimentación con asfalto, se desalienta la convivencia vecinal. Además esto se agrava cuando las banquetas presentan mal estado físico, tienen dimensiones reducidas, carecen de vegetación apropiada y no tienen sitios para sentarse. Esta situación de inhabitabilidad manifiesta la segregación del peatón en el espacio público, que debe ser contrarestada con la promoción de condiciones urbanas proclives a minimizar el flujo vehicular y a maximizar el tránsito y permanencia peatonal en la vía pública.
Los parajes públicos preferidos por los vecinos para convivir son el atrio del templo y o el jardín, que de alguna manera son revitalizados por aquellos usos del suelo aledaños y afines, como restaurantes, fondas, abarrotes y otros servicios de utilización regular; más aún tienen éxito socializador si se proveen de atractivos como bancas, fuentes, vegetación, sitio para juegos de niños, jóvenes y adultos, música y vendedores normados para usar la vía pública.
Los espacios frontales a los predios particulares pueden servir de vínculo entre las personas que utilizan las áreas de uso privado y público, siempre y cuando tengan vanos con permeabilidad visual y auditiva, mobiliario apropiado y condiciones de confortabilidad climática para permanecer, como sucede en los zaguanes, pórticos y balcones.
Conviene que se induzca el emplazamiento de espacios privados de uso familiar más intensivo frente al espacio público, como sala y comedor, dotados de fuertes atractivos para estar. Si los responsables del diseño de las fincas promueven en los dueños-usuarios esas disposiciones, se podrá aumentar la presencia humana en esos espacios permeables y de vinculación comunitaria, resultando seguramente en mejor confianza, sociabilidad y seguridad en el vecindario.
Las cocheras con puertas permeables al espacio público, hechas a base de rejas o celosías y concebidas como áreas de uso múltiple eventual, por ejemplo juego de niños, estancia o comedor informal, pueden facilitar el conocimiento intervecinal.
Los usos del suelo diversos y compatibles al interior del barrio, como escuela, templo, jardín, mercado, abarrotes, pequeños talleres y oficinas menores, le ha dotado a esta comunidad de vida social más permanente y rica. Habrá que establecer las condiciones apropiadas para favorecer la permanencia confortable de los usuarios de esos servicios comunitarios, incorporando áreas abiertas vegetadas y mobiliario urbano socializador.
Es recomendable que exista en la fisonomía urbana una continuidad de ciertos elementos unitarios que confieran un sentido de comunidad al barrio dentro de una diversidad familiar. Esta unión vecinal se podrá establecer en el diseño compartido de los paramentos, la tipología de espacios frontales, los materiales y los detalles constructivos, la vegetación, la pintura exterior y la incorporación de símbolos genuinos y contemporáneos, entre otros elementos.
Paisaje urbano característico
El trazo urbano virreinal en cuadrícula, con deflexión norte-este y de calles angostas, es un legado que ha permanecido prácticamente desde la ocupación primigenia de mucho asentamientos emplazados en el valle de Colima, sólo se han ido modificado notoriamente los anchos de algunas calles para adecuarse a las modalidades de transporte urbano. Entonces se vuelve importante conservar la actual traza urbana ya que es un factor de identidad, y de adecuación a la fisiografía y clima de la región.
La mayoría de las fincas del centro histórico han permanecido alineadas al paramento, haciendo vallado al exterior según la tradición de las viviendas hispanas. Por ello habrá que incorporar los elementos urbanos apropiados para lograr una continuidad en los pocos paramentos remetidos.
Los barrios del centro histórico de Colima comparten algunos elementos fisonómicos tradicionales que son característicos, como el predominio de muros sobre vanos, remate superior de fachadas en cornisas o teja de barro, zaguanes y balcones, ventanas de proporción vertical y confinadas por marcos, rejas artesanales entre otros; por ello es importante rescatar y desarrollar esas peculiaridades genuinas, considerando las condiciones contemporáneas.
Además en cada barrio existen otros elementos fisonómicos propios de su identidad, que será importante destacar y consolidar como elementos propios de cada caso, previo consenso con los habitantes del sitio. En este sentido es importante que las autoridades, Ayuntamiento e INAH, indaguen cuales son las peculiaridades de los barrios en la ciudad a fin de dar a conocer a los vecinos el valor de esa arquitectura, expedir lineamientos específicos de paisaje y vigilar su observancia.
Si bien es correcto observar variedad en la fisonomía del barrio, en este caso el de San José, que es propia de su larga historia y diversidad de sus pobladores actuales, es importante encontrar elementos genuinos de paisaje que le confieran unidad, dentro de una armonía fisonómica, a fin de alentar un sentido de comunidad barrial, como ya se señaló. Esos elementos-criterios podrán ser base para proponer acciones específicas de renovación urbana.
Los espacios de vinculación social que tienen características de permeabilidad sensorial entre espacio privado y público, son proclives al reconocimiento vecinal en primera instancia. Luego cuando los espacios de congregación comunitaria van adquiriendo mejores atributos como brindar confortabilidad climática, ofrecer atractivos de paisaje y convivencia como vegetación, bancas o fuentes, guardar cierta continuidad fisonómica y utilizarlos frecuentemente con hábitos sociales de apertura a los demás, en aquel momento se puede generar socialización interfamiliar. Para lograr más allá de eso es necesario que existan ideales compartidos entre los vecinos, organización social y actitudes de solidaridad humana, entonces se generará una auténtica responsabilidad compartida en la comunidad.
Existe un gran potencial a explorar en el diseño y operación de los nuevos agrupamientos de vivienda en torno a espacios compartidos. En estos modelos se debe determinar con especial cuidado la escala de las pequeñas células vecinales, integrantes de un sistema barrial mayor y de suprimir el tránsito ajeno al vecindario, además de promover la permeabilidad entre los espacios público-privado y la identidad de paisajes. Todo esto seguramente redundará en mejoramiento de la vigilancia vecinal y las relaciones sociales; aparte de la apropiación, el buen uso y mantenimiento de los espacios comunes donde se podrá ejercer responsabilidad compartida.
BIBLIOGRAFÍA
Entrevistas con las familias siguientes: Águila Banda, Gallardo Ochoa, González Manso, Martínez Bonilla, Ochoa realizadas en el año de 2005-2006, todos en los habitantes del barrio de San José. [1] Profesores investigadores de tiempo completo de la Universidad de Colima [2] La investigación se realizó durante los años 2002-2003. [3] Esta otra indagación se efectuó durante el período 2005-2006. [4] En las privadas cerradas se dispone de un control físico de ingreso, pero en esta tipología podemos identificar las variantes de áreas verdes extensas, pequeñas áreas abiertas con plazoleta y con sólo explanada de acceso. Estos conjuntos colimenses son característicos de los residentes con altos ingresos económicos, con ciertas variantes. [5] En las privadas abiertas aún cuando sólo tienen una entrada no existe control alguno para internarse, tipología donde se presentan los subtipos de plazoleta y explanada de acceso. En ésta modalidad de vivienda se alojan personas de ingresos medios. [6] Los conjuntos terminados normalmente tienen varios accesos y son desarrollos planificados integralmente, tanto en la construcción de la infraestructura urbana como en la edificación de viviendas, en esta tipología de conjuntos las opciones son mezcla de calles peatonales y vehiculares y predominio de áreas peatonales. Los residentes de éstos sitios habitacionales perciben ingresos económicos medio y bajo. [7] Las viviendas agrupadas en vialidades de acceso restringido normalmente se presentan en calles con varias entradas que, por su conexión indirecta con la red vial urbana, se desalienta el movimiento vehicular y permite a los vecinos cierto nivel de congregación, donde observamos los subtipos de contemporáneo, tradicional y potencial de ser transformado en calle con mayor vida social. Este tipo de agrupamiento alberga vecinos con ingresos económicos medio o bajo. |